Quantcast
Channel: Navegando por Grecia
Viewing all 159 articles
Browse latest View live

Espíritus de la Navidad

$
0
0








Ya estamos de nuevo en la navidad, o navidades, nunca comprendo muy bien porque puede ser singular o plural. Pero lo que sí está claro es que se trata del momento del año con más extenso catálogo de ritos y mitología asociada. Árboles, belenes, muérdagos, campanitas, estrellas, bolas plateadas, dioses que nacen y soles que se quedan quietos para empezar a iluminar más en los tiempos venideros; regalos que vienen en trineos o en sacos, arrastrados por renos o camellos; dulces hipercalóricos y poco sutiles que nos preparan para el crudo invierno  y comilonas eternas de todo aquello que por el simple hecho de ser esta época del año ingerimos aunque no nos apetezca. Días de cancioncillas ñoñas y repetitivas, siempre las mismas, que a ritmo de cascabel hablan de peces que beben y paisajes blancos de tanto nevar. Si hay un periodo anual en el que todo parezca detenido, como el sol, y fotocopiado del año anterior, es esta; la sensación es que nada cambia y todo permanece.

El espíritu de la navidad es pacífico y bondadoso como un cuento infantil en el que todo acaba bien y en el que todos somos felices por el simple deseo de los demás. Pero aparte de este caritativo y humanitario sentido de la navidad, existe todo un submundo de personajes malignos imaginarios que afloran principalmente en esta época del solsticio de invierno. Toda cultura tiene sus seres malvados, traviesos y con el tiempo hasta entrañables, que aparecen para aguarnos las fiestas. Claro que también hay un sinfín de conjuros para evitarlos. En Noruega se esconden las escobas y se pone muérdago; en Italia, si te descuidas, aparece la bruja Befana; en Hungría el Krampus, un feroz demonio que se lleva a los niños malos. Y curiosamente, en Holanda, el demonio navideño habita en España y viaja desde aquí cada año para castigar a los traviesos holandeses. Los irlandeses tienen nada menos que 13 diablillos, los  Jolasveinar. Las dulces y blancas navidades están plagadas de monstruos ruines, inventos paganos y precristianos, que aborrecen la paz y el amor.




Sobre los Kalikantzaros griegos ya he hablado en otra ocasión; estos son tan malos que hasta roban los asados de la cocina y se mean en los dulces navideños; algo de gusto si tienen.  Son engendros de hombres y animales, con orejas puntiagudas, patas peludas y dedos afilados. Nadie se pone de acuerdo en sus dimensiones, pero dicen que algunos son enormes, otros son pequeños como gatos; lo que sí está claro es que huelen a podrido. Hay muchos tipos de kalikantzaros, pero creo que los peores son los “Parasandalos".




Durante el año sierran el árbol en el que se apoya el mundo y solo descansan en Navidad, cuando el sol se para en su solsticio, es entonces cuando salen de sus guaridas para hacer el gamberro. Si queréis libraros de ellos poner un colador en la puerta; empezarán a contar agujeritos y se quedaran entretenidos.




En todo caso que paséis buenos días y que el espíritu dulce de la navidad nos deje a todos con una sonrisa, mientras vemos a los kalikantzaros ser apresados y acabar con sus porquerías y corruptelas entre rejas. La paz...solo para los de buena voluntad.








Oi kalikatzaroi - Orfeas Peridis

Πατήματα, πηδήματα, σπρωξίδια
τις νύχτες τα Χριστούγεννα
πάνω στα κεραμίδια

Στις καμινάδες τα βιολιά
και τα σουραύλια στήσανε
κι ακόμη τα κοκόρια δε λαλήσανε

Μην είναι οι παρασάνταλοι
οι μαύροι καλικάντζαροι;

Μύθοι και παραμύθια,
μύθοι αναστηθήκανε
με το χρυσό της μάγισσας ραβδί
και μαγευτήκανε
Γάτοι παπουτσωμένοι εγινήκανε
και στις κεραμιδένιες τις στέγες ανεβήκανε

Αυτοί 'ναι οι παρασάνταλοι
οι μαύροι καλικάντζαροι

Τριξίματα στις πόρτες, στα παράθυρα
από το τζάκι μπήκανε,
νύχτα βαθιά μεσάνυχτα.



Los Kalikatzaros- Orfeas Peridis


Pasos, saltos, empujones
En las noches de Navidad
Sobre las tejas.

Los violines en las chimeneas
Y las flautas levantaron 
Y todavía no cantaron los gallos.

¿No son los Parasandalos 
Los Kalikatzaros negros?

Mitos y cuentos,
Fabulas que resucitaron
Con el oro de sus varitas mágicas
Embrujaron
Se conviertieron en gatos con botas
Y a los tejados treparon

Estos son los Parasandalos
Los Kalikatzaros negros

Crujidos en las puertas y las ventanas
Por la chimenea entraron
Bien por la noche. 


Un solo deseo

$
0
0
Tengo un amante, al que adoro desde el primer día; ya ni me acuerdo. A todo el que se topa con él  lo seduce y el que nunca lo ha visto lo desea por encima de todas las cosas. Nada es comparable a su sonido cuando habla y lo que susurra, o el olor inconfundible que deja cuando se marcha, nada es semejante a sentir su abrazo poderoso o contemplar su porte imponente. Un amante tan antiguo como el tiempo, tan feroz como el más malvado de los dioses y tan generoso como la madre tierra. Un amante que nos une y nos separa, nos transporta, nos engulle, nos enseña lo esencial, nos confunde. A veces se enoja y hace muecas terroríficas, pero luego se calma, infinito, y nos regala horizontes de colores, espumas suaves, estrellas duplicadas, caminitos blancos de lunas redondas y brincos monótonos que vienen de otras orillas. Espejo para mirarse.


Pero mi amado esta enfermo, sucio, triste, aburrido y desencantado. No entiende de hermosuras, pero tampoco de inmundicias; si alguna vez fue cuna de cuentos y aventuras, hoy solo una ajofaina pestilente donde se lava los pies la misma civilización que antes fabulaba leyendas. Ni sirenas, ni nereidas, ni titánes, ni monstruos de tres cabezas. Botes, plásticos, aceites y colillas son los seres mitológicos que hoy dibujan las estelas de los antiguos héroes; los que llenaron nuestra cabeza de fantasías dejándose la vida entre sus olas.









De deseos buenos van estos días, yo solo tengo uno, aunque no pequeño; que podamos seguir mirando el mar sin avergonzarnos de nosotros mismos. Con seguridad y sin pretextos, todos podemos poner algo de nuestra parte. Así que propongo un ejercicio para quien le conmueva una playa llena de escombros tras el temporal; recoger unas cuantas bolsas. Será un excelente comienzo del año para el cuerpo y el espíritu.

Buena proa a todos… pero en un mar guapo, en una mar guapa.





Plany al Mar

Bressol de vida, camins de somnis
Pont de cultures
¡Ai,qui ho diria!
Ha estat el mar

Mireu-lo fet una claveguera
Mireu-lo anar i venir sense parar.

Sembla mentida
Que en el seu ventre
Es fes la vida
¡Ai,qui ho diria!
Sense rubor

Mireu-lo fet una claveguera
Ferit de mort.

De la manera
Que el desvalisen
I l´enverinen
¡Ai,qui ho diria!
Que ens dona el pa

Mireu-lo fet una claveguera
Mireulo anar i venir sense parar

¿On son els savis
I els poderosos
Que s´anomenen
Ai,qui ho diria
Conservadors?

Mireu-lo fet una claveguera
Ferit de mort.

Quanta abundancia
Quanta bellesa
Quanta energia
¡Ai,qui ho diria!
Feta malbé

Per ignorancia,per imprudencia
Per inconsciencia i per mala fe.

Jo que volia
Que m'enterressin
Entre la platja
¡Ai, qui ho diria!
I el firmament

I serem nosaltres
¡Ai, qui ho diria!
Els qui t'enterrem.


Llanto por el mar


Cuna de vida, caminos de sueños,
Puente de culturas
¡Ay, quienes lo diría!
Ha sido el mar.

Miradlo hecho una cloaca.
Miradlo ir y venir sin parar.

Parece mentira
Que en su vientre
Se hiciera la vida.
¡Ay, quien lo diría!
Sin rubor

Miradlo hecho una cloaca,
herido de muerte.

De la manera
Que lo desvalijan
Y lo envenenan,
¡Ay, quien lo diría!
Que nos da el pan

Miradlo hecho una cloaca.
Miradlo ir y venir sin parar.

¿Dónde están los sabios
Y los poderosos
Que se denominan
¡Ay, quien lo diría!
Conservadores?

Miradlo hecho una cloaca,
Herido de muerte.

Cuánta abundancia,
Cuánta belleza,
Cuánta energía
¡Ay, quien lo diría!
Echada a perder!

Por ignorancia, por imprudencia,
Por inconsciencia y por mala fe.

Yo que quería que
Me enterraran
Entre la playa
¡Ay, quien lo diría!
Y el firmamento

Y seremos nosotros
¡Ay, quien lo diría!

Quienes te enterramos.

Física aplicada

$
0
0
Según la primera Ley de Newton, si lanzamos un cuerpo tenderá a moverse en línea recta y a la misma velocidad, siempre que ninguna fuerza actúe sobre él.  Es decir que si lanzamos una piedra con fuerza, esta inevitablemente tenderá a alejarse de nosotros hasta que la gravedad la haga caer. Aunque la teoría de la relatividad corrige el enunciado y nos dice que todo dependerá del propio movimiento del observador; vamos a suponer que estamos quietos con respecto al cuerpo. Pero para liarlo más, la física cuántica añade que cualquier suceso tiene una probabilidad de que suceda, por infinitamente pequeña que esta sea. Es decir, es posible que al lanzar un objeto contra un blanco este interrumpa su movimiento, tome la dirección contraria y nos dé un golpe en toda la cara. Pedrada. Sorpresa. Posible y probable no es lo mismo pero a veces se confunden. La física es ciencia y para que lo sea tiene que ser totalmente reproducible.

Todo esto me vino a la cabeza al acordarme de un poema de Yianis Ritsos, uno de los grandes poetas griegos del siglo XX y quizás uno de los más carismáticos y prolíficos; Epitafio. Era el año 36, bajo la dictadura de Metaxas, a primeros de mayo las huelgas se sucedían en las principales ciudades de Grecia y concretamente en Salónica la policía cargó con dureza contra los manifestantes dejando numerosos muertos y heridos, entre ellos el cadáver de Tasos Tousis. El obturador de la cámara capta el instante dramático de la madre que descubre al hijo inmóvil y se lamenta a gritos intentando buscar una explicación en la mirada de los viandantes. La fotografía no necesitaba palabras, pero Ritsos escribe unos sus poemas más famosos y trágicos, que es publicado en la prensa. La acogida es tan entusiasta que el mismo periódico decide editar un libro, una tirada de 10.000 ejemplares que se agotó enseguida.



Bosque mío, fronda mía,
Raíces de mi desvelo,
¡Cómo pudimos quedar
Yo tan sola y tú tan muerto!

El libro fue confiscado y quemado públicamente por Metaxas en un acto febril, de los que tanto gustan los dictadores,  junto a las columnas del templo de Zeus Olímpico. Pero aquí llega la física cuántica con sus probabilidades imposibles para cambiarlo todo. Se produjo el efecto contrario y se convirtió en el libro estandarte de las luchas socialistas de Grecia y el himno de la izquierda de ese país cuando en los años ochenta Mikis Theodorakis lo musicalizó.

El poema comienza como un “mirilogi”; el canto fúnebres tradicional de Grecia y más en concreto de la región del Mani, en el Peloponeso. Esta poesía, de transmisión oral, hace siempre alusión a pájaros, flores  y elementos de la naturaleza con los que se compara el ser querido al que se llora. Ya he hablado de ellos en otra entrada del blog. El poema es triste, como se puede imaginar, pero con el toque de esperanza combativa final de Ritsos que Teodorakis supo plasmar con maestría en unas notas a veces lamentos, a veces himno, a veces pura alegría. No es infrecuente oír entonarlo a las masas en las manifestaciones de Atenas. La piedra que dio la vuelta y le rompió la boca a Metaxas. También a los coroneles.

Pero, siguiendo con la física, todos estudiábamos que cuanto más masa más inercia y cuanto más inercia tiene un objeto más oposición al cambio de cualquier tipo. ¿Será por eso, por estas leyes incuestionables que nos rigen, que la abundancia opulenta tiene más indolencia y se enerva ante la posibilidad de movimiento? 




Todos tenemos a mano fotografías conmovedoras, tanto de aquí como de allá, pero como no somos Ritsos, no podemos juntar más de dos palabras hermosas. 




El caso es que los mercados se desquician y los políticos vociferan y amenazan, cada vez que algo se agita, ante la posibilidad de que los griegos se hayan hartado de pasarlo tan mal y quieran alterar el equilibrio tan bien dispuesto. Y aunque es posible que aquí nadie de puntada sin hebra y que todo esté medido y pesado, a los mortales de a pie, que desconocemos las fuerzas de la relatividad que nos transportan de uno a otro lado sin enterarnos del movimiento, nos gustaría que, aunque poco probable, en el horizonte de sucesos, los dardos envenenados y desafiantes se quedaran paralizados, giraran en redondo y fueran a clavarse directamente en la garganta de quien los lanza. Sería un gran hito del método científico que los giregos, esta vez, pudieran votar con toda libertad.





Χείλι μου μοσκομύριστο Γ.Ρίτσου, Μ.Θεοδωράκη, ΕΠΙΤΑΦΙΟΣ

Μαλλιά σγουρά που πάνω τους
τα δάχτυλα περνούσα
τις νύχτες που κοιμόσουνα
και πλάι σου ξαγρυπνούσα.

Φρύδι μου γαϊτανόφρυδο
και κοντυλογραμμένο,
καμάρα που το βλέμμα μου
κούρνιαζε αναπαμένο.

Μάτια γλαρά που μέσα τους
αντίφεγγαν τα μάκρη
πρωινού ουρανού και πάσκιζα
μην τα θαμπώσει δάκρυ.

Χείλι μου μοσκομύριστο
που ως λάλαγες ανθίζαν
λιθάρια και ξερόδεντρα
κι αηδόνια φτερουγίζαν.

Labios mios perfumados. Y. Rtsisos, M. Theodorakis. Epitafio.

Sobre Tu pelo rizado
Mis torpes dedos se enredaban
Las noches en que  mientras dormías
Yo a tu costado velaba.

Tus cejas orladas
Y dibujadas
Arcadas bajo las que mis ojos
Se acurrucaban tranquilos.

Tus ojos luminosos en los que
Se reflejaba la grandeza
Del cielo de la mañana y
A los que no empañaban las lagrimas

Labios perfumados
Que cuando hablaban
Hacían florecer las piedras y los árboles secos
Y  los ruiseñores aleteaban.


Mareados

$
0
0
Una noche me invitaron a cenar en el restaurante que hay bajo un oceanográfico. Yo imaginaba una sala sumergida en un acuario lleno de peces de diversas formas y colores entre sinuosas plantas tropicales, pero me encontré una sala circular rodeada de una pecera cilíndrica e iluminada. Un ejército de jureles daba vueltas sin descanso. El jurel es una especie pelágica que nada sin tregua para encontrar alimento y huir de sus depredadores, pero hay otras variedades que tiene  la misma estrategia; no acababa yo de entender porque solo habían jureles en aquel estanque.

Los primeros cinco minutos fueron de desconcierto frente a ese pasacalles interminable de peces,  me pareció ridícula esa rueda infinita, la del tiempo, la de la fortuna, la de los jureles dando vueltas. Al cabo de media hora, su presencia fue obsesiva, sus ojos se clavan en los míos; con esa mirada liquida que tienen los peces y que deja la duda de si te ven o te interrogan;  intentas no fijarte y no lo consigues, las orbitas oculares giran y giran. A los postres mi cabeza daba tantas vueltas como ellos y sus caras estresadas y cansadas por esa migración infinita  hacia ninguna parte no me dejaban en paz. Solo nosotros, los seres orondos, bien comidos, satisfechos y estáticos, sentados al otro lado del cristal, sabíamos que su viaje era un absurdo múltiplo de 2πr.

Estos peces parecen lelos ¿por qué no paran? o bien los estúpidos somos nosotros, quietos, boquiabiertos, observándolos a través del vidrio separador hasta sentirnos mareados. ¿Es posible que también seamos objeto de su contemplación? ¿O de su terror?

Entre toda la corriente jurelera, de vez en cuando aparecía un individuo que se paraba, se daba la vuelta aturdido e intentaba nadar en contra dirección, hasta que la masa general le sacaba de su error  y le arrastraba otra vez al giro vulgar de todo el cardumen. No es que me parecieran peces excéntricos, más bien mareados, desesperados, aburridos, vencidos por la sinrazón.

La relación del mareo con el mar es de todos conocida, hasta la propia palabra lo dice. Pero todavía hay más; nauseas en griego es ναυτία. No hay que rebuscar mucho para saber que viene de nave. El mareo y el transporte en barco son tan antiguos como la civilización.

Una vez leí un artículo de un zoólogo alemán que había conseguido inducir la cinetósis a unos peces, lo que vulgarmente llamamos mareo.  Puso un acuario en una aeronave, durante la fase de gravedad 0 algunos peces empezaron a nadar en círculos, haciendo cabriolas y actuando confundidos, perdieron su sentido de balance completamente, comportándose como humanos mareados y parecía que estuvieran a punto de vomitar. Los peces tienen un sistema de oído interno que les ayuda a mantenerse derechos, similar al sistema de equilibrio del hombre y cuando al cerebro le llega información contradictoria de diversas fuentes sensoriales se cortocircuita y sobreviene el malestar. Es posible que la perdida de contacto de los ojos con el movimiento y las vibraciones del agua tuvieran como resultado la desorientación y el mareo.

Un pez mareado, como un hombre, es presa fácil para sus enemigos. Un individuo mareado puede poner en peligro también a sus compañeros. Eso lo sabían los aliados y durante los preparativos para  el desembarco de Normandía, en el que se pretendía que los soldados fueran en busca de su misión suicida sin pasmarse, tambalearse o pestañear, se dedicaron a buscar un fármaco alternativo a la peligrosa escopolamina, alcaloide de la planta del estramonio que evita el mareo pero produce alucinaciones, para proteger a las unidades de desembarco; inventaron algo parecido a la biodramina.

Volviendo a los peces pálidos del restaurante. Yo no creo que hiciera muy bien la digestión esa noche, ni me acuerdo de lo que comí; los jureles transmitían tal nerviosismo que aunque me hubieran dado alpiste no lo hubiera notado. Pero de pronto sucedió algo muy raro. Un grupo de peces que había detenido su marcha, los mareados, choco contra los que venían de frente. Se montó un barullo de colas, escamas y aletas. Los peces que llegaban se agolpaban contra el montón recién formado, movían sus agallas hasta el paroxismo;  presentían algo malo. Pronto todos estuvieron acumulados en una esquina boqueando. Pero tras la inmovilidad inicial y guiados por uno de esos primeros individuos que habían invertido el movimiento, comenzaron todos a girar en sentido contrario. El baile tardó unos minutos en armonizarse. No pasó nada más que eso. Todos siguieron bajo la fórmula circular de antes, pero la nueva dirección, la expectativa de que el destino había cambiado, los hizo relajarse y moverse más tranquilos, como si el cambio de luz de un costado al otro del cuerpo y el dejar de ver por un ojo a esos seres espectrales sentados a la mesa y con copas en las manos, para verlos por el otro ojo,  fuera presagio de que sus suerte había mejorado.

Todos pensaron que los peces eran bobos. Pero a mí me quedó la duda de si fuimos nosotros los que cambiamos. Una pecera más grande. Un observador más lejano e inteligente. Al final, que más daba, durante el resto de la cena parecieron  nadar entusiasmados.




Dedicado a todos mis amigos griegos que me escriben con una emoción que hasta ahora habían olvidado. Posiblemente acabemos todos haciendo el recorrido 2πr otra vez, pero lo cruel es creer que tu destino no puede cambiar por más vueltas que des.






Δυνατά

Σαν γυναίκα γεννά
στο χώμα η νύχτα το πρωί
κι όλα αντέχουν ξανά
και γίνονται ζωή.

Ποια παλιά κιβωτός
μέσα απ’ του χρόνου τις στοές
βγάζει ακόμα στο φως
ζευγάρια αναπνοές.

Δυνατά, δυνατά
γίναν όλα δυνατά τ’ αδύνατα
Δυνατά, δυνατά
σ’ ένα θέαμα κοινό
Δυνατά, δυνατά
κι όπως πάνε του χορού τα βήματα
με τα χέρια ανοιχτά
όλα τα περιφρονώ

Μα σαν γυναίκα γεννά...


Κι όλο κάτι λέω
κάποια αγάπη κλαίω
κι όλο μέσα μου θρηνώ χαλάσματα
Με τα χρόνια μου
στα σεντόνια μου
σαν φαντάσματα.

Δεν υπάρχουν πολλά
που να τα ελπίζουμε μαζί
κοίτα, κοίτα ψηλά
κι άλλος αιώνας ζει.

Posible

Como una mujer, pare
sobre el suelo la noche a la mañana
y todo lo soporta de nuevo
para que se haga la vida.

En que antiguo cofre
dentro de los corredores del tiempo
saca a la luz todavia
aspiraciones parejas.

Con fuerza, con fuerza
todo lo imposible se hace posible
Con fuerza, con fuerza
en un espectáculo público
y como se dan los pasos en un baile
con las manos abiertas
el resto me importa poco.

Como una mujer, pare....

Y cuando esto digo
por algún amor lloro
y mi ruina lamento.
Con los  años pasados
entre mis sabanas
como fantasmas.

No hay muchos
para que los esperemos juntos
Mira, mira alla arriba
otro siglo nace.



La escalera

$
0
0
Algunos, que conocimos Grecia hace ya muchos años, coincidimos en una cosa; era un pobre país sin pobres. La población humilde vivía en un nirvana solidario, llamativo a nuestros ojos extranjeros, en el que ser justo y honrado era elegante. No era infrecuente que gastaran buena parte del telediario en contar la historia de un niño que había encontrado una cartera con dinero y la había entregado a la policía. Era el gran héroe del día. Ellos entonces no podían darse cuenta de que vivían en el cielo, un paraíso de casas con las puertas abiertas, de automóviles rotos durmiendo con las llaves puestas, de tiendas sin tenderos, de bicicletas apoyadas en la farola y de barcos que iban y venían al pueblo cercano para traer el pan de toda una isla. Esa sensación familiar te acababa por agarrar fuerte el corazón y luego te echaba mano a la garganta española, atenazándola con una triste sensación de pérdida, de Arcadia olvidada, y un regusto melancólico que te dificultaba tragar cuando volvías a tu país. Pronto descubrimos que si allí nos habían llevado héroes, cuentos y dioses, lo que se nos revelaba eran los misterios de unos habitantes tan peculiares que acababas desarmado y rindiéndote a sus encantos sin oponer resistencia.

El estado era un ente lejano que vivía una existencia paralela, no ofrecía nada pero tampoco pedía mucho. Era más bien una penitencia ineludible que llevaban con indiferencia. Tampoco molestaba con su aliento sobre el hombro diciendo lo que sí y lo que no. Y esta orfandad de papá-estado propiciaba agudizar el ingenio para sobrevivir y componértelas solo y,  como una presión evolutiva, la selección de individuos más imaginativos, estrafalarios, autosuficientes, excéntricos y algo chalados.

Una vez nos invitaron a cenar unos amigos a su casa, todavía sin finalizar, en el sur de Lefkada, colgada en la pendiente de un monte y con una vista interrumpida sobre Itaca.

El tema de las casas sin acabar es uno de los primeros que llama la atención en Grecia. Se completa la planta baja y a lo sumo el primer piso, pero siempre se dejan las varillas de los pilares sobresaliendo por encima del último forjado. Así más tarde podían seguir subiendo y como la casa no estaba acabada no había que pagar los impuestos. A veces encuentras calles enteras de estas construcciones, casas con pelos erizados que asemejan guerreros hoplitas con lanzas.

Dejamos el coche en un entrante de la montaña, sobresaliendo un poco en la carretera, cuando ya anochecía. Al asomarme al arcén me daba un poco de vértigo, el precipicio, el mar abajo, la nada en medio.

- Buenas vistas sí tendrá.

- Claro que sí.

- ¿Por dónde andará el camino para bajar?

Comenzó a llover. Por mucho que buscáramos a tientas no encontrábamos ni rastro de calzada, así que iniciamos el descenso por intuición sobre aquella pista pedregosa. De vez en cuando el pie resbalaba, la piedra salía despedida y caía dando tumbos para precipitarse en la noche oscura. Seguía lloviendo. Quizás lo más sensato sería sentarse y bajar arrastrando.

- ¿En el barro?

- En el barro.

Decidimos deslizarnos, como en un tobogán engrasado, hasta darnos de bruces con la casa. Cuando llegamos estábamos literalmente enfangados y la vivienda que encontramos era sombría, silenciosa, oscura; una obra abandonada.

- ¿Dónde viven?

Me asomé por el vano de una puerta que daba al precipicio y al profundo mar. Dios mío. Apoyada en el quicio había una escala de aluminio sin aferrar  que crujía con el viento, al seguir con la mirada sus peldaños vislumbré un resplandor que salía del piso de abajo como un fuego fatuo.

- Pues habrá que bajar.

Las piernas temblaban, los ojos entrecerrados, el corazón dando saltos. Cuando por fin conseguí pisar tierra firma un alivio heroico me recorrió el cuerpo.

- Ah ¡Bravo! - Exclamaron nuestros amigos sorprendidos ellos también de que no hubiéramos rechistado durante la sorprendente rapelada por la montaña.

Con la luz me di cuenta de que nuestro aspecto era tan deplorable como el que cabe imaginar después de sentarse en el suelo, quitarse los pelos de la cara con la mano y rascarse ocasionalmente la nariz.
Un perro negro se acercó encantado a saludar moviendo la cola con rapidez y se detuvo a olfatear, con insistencia y entusiasmo; la que ponen los canes cuando algo les gusta; los pegotes de tierra de mis piernas y brazos. Debía olerle aquello a delicias;  a tierra, a lombrices, a musgo, a desperdicios, a mundo al fin y al cabo, a la libertad soñada.

- Es muy bueno. Nunca sale de casa.

Yo miré al perro y a la escalera. El movió el rabo.

- No cómo el gato, ese era malo. Se escapó un día y nunca volvió.




La cena fue memorable. Nunca había comido la carne de vacas que viven en libertad en una isla y que se cazan una vez al año. Nunca una invitación me pareció tan emocionante. Empezaba yo a intuir que en este pais, cualquier cosa, por insignificante que fuera, tenía posibilidades de convertirse en una experiencia increible. 









Το σκαλοπάτι σου
Στίχοι:  Βασίλης Τσιτσάνης & Γεράσιμος Τσάκαλος
Μουσική:   Βασίλης Τσιτσάνης

Το σκαλοπάτι σου θα κάνω για κρεβάτι
αφού την πόρτα σου την άφησες κλειστή
θα μείνω έξω μια και το ‘βαλες γινάτι
κι από το κρύο η καρδιά μου θα σκιστεί

Το σκαλοπάτι σου απόψε θα ρωτήσω
γιατί εκείνο μου κρατάει συντροφιά
αν πρέπει να ‘ρθω ή να μην ξαναπατήσω
να δω τα μάτια σου γλυκιά μου ζωγραφιά

Tu escalera
Letra y música: Basilis Tsitsanis


De la escalera tuya haré mi cama
Cuando me dejes la puerta cerrada
Me quedaré aunque te empecines
Y mi corazón se rompa con el frio

A tu escalera esta noche le preguntaré,
Porque me sostiene como a un camarada,
Si debo venir o nunca más volver a pisarla
Para ver tu dulces ojos dibujados.


Cuando el absurdo se hace realidad

$
0
0
Viajar en barco no siempre es un cuento de hadas; hay malos momentos; y en especial cuando te mueves por países que no conoces los problemas con las autoridades son frecuentes; bueno y sin ser extranjeros también, nuestra benemérita no se queda a la zaga en cuanto a controles y papeleos. A veces por desconocimiento, a veces por bajar la guardia, a veces por reglamentaciones obsoletas y farragosas, a veces por interpretaciones excesivamente rígidas del policía de turno; nadie está exento de meterse en un embrollo que la mayoría de las veces se salda con una buena multa y siempre con una experiencia enervante. Yo esto lo he vivido varias veces,  en Italia, en Turquía, en Grecia, en Croacia. En este último caso, que ahora me ocupa, la situación fue bastante más allá que una experiencia desagradable.

Si bien todavía era finales de Junio el día era tan tórrido que me sofoco de recordarlo; ni las chicharras, todavía primaverales e inmaduras, se atrevían a berrear. Aunque el golfo de Kotor tiene unas aguas gélidas y refrescantes, las enormes masas montañosas mandaban un viento seco y abrasador que te secaban instantáneamente. Ese golfo es en realidad un cañón sumergido de un desaparecido río que transporta aguas heladas de las montañas al mar; creo que es uno de los fiordos más espectaculares del Mediterráneo.

Expiraba nuestro permiso de un mes  para navegar por Montenegro, que recién estrenada su independencia descubría un país de lo más alegre, esforzado en agradar al visitante y repleto de banderas rojas con el águila bicéfala dorada que tantos disgustos ha traído a Europa a lo largo de la historia. Contrastaba mucho con el carácter callado y hasta hosco de los vecinos croatas, por cuyo país llevábamos viajando todo el año. Todavía teníamos permiso de unos meses para navegar por Croacia y salimos de Kotor, Montenegro, para dirigirnos al puerto croata más próximo, Cavat. Pero como comentaba, el calor era asfixiante, así que decidimos pararnos en una cala adyacente a la frontera Croacia- Montenegro donde había otros 4 barcos fondeados. Cuando ya dejaba de apretar Lorenzo una patrullera apareció solicitando papeles y pasaportes.

- Les hemos visto venir de Montenegro.

- Sí, es verdad, pero todavía tenemos en vigor el permiso de navegar por Croacia.

- Pero debería haber ido primero a un puerto de entrada.

- Solo habíamos parado para bañarnos.

Pasamos un buen rato de suspense mientras se metían en el puente y hablaban por radio.

- Sígannos, están detenidos.

No nos dio tiempo ni a protestar, si es que la protesta sirve de algo en esos casos, antes de que se montara una comitiva de todos los veleros que estábamos allí siguiendo a la policía, a todos los nudos que da el motor, rumbo a Cavat y sin pasaportes. A la llegada nos asignaron un lugar donde echar el ancla y nos avisaron de que a las 7 de la mañana estuviéramos frente al puesto de la policía.

Con las primeras luces un grupo de extranjeros despistados y somnolientos nos congregábamos, mientras un puñado de auxiliares hinchables se empujaban unas a otras, en el muelle. Si hubiera tenido alguna gracia podríamos empezar con ese chiste fácil de: se encuentran un neozelandés, un inglés, un alemán, un sueco y dos españoles en un puerto de Croacia…

En unos minutos apareció un furgón policial que abrió la puerta corredera con un escueto

- ¡Suban!¡ Solo los caballeros! Las mujeres deben permanecer a bordo de los barcos.

La mujer neozelandesa se resistió y se introdujo en el furgón acompañando a su marido del que de ninguna manera pensaba separase. Una policía con cara de enterradora se encogió de hombros y la observó con desdén.

Yo miré a la furgoneta blindada y miré al barco que se quedaba solo fondeado. Decidí en un instante fortuito de miradas cruzadas, acercarme con la neumática y recoger el móvil. Me dio el tiempo justo de deslizarlo en el coche antes de que cerraran la puerta.

- ¿Dónde los llevan?

- No se preocupe. Estarán bien
.
Por la ventanilla el patrón inglés me gritó: Dile a mi mujer que estoy bien. Está sola con dos niños pequeños.

El día transcurrió con toda la lentitud que tienen los días cuando no sabes que sucede y no quieres que suceda o deseas que pase cualquier cosa para saber qué pasa. Se nos prohibió bajar a tierra. Yo alternaba los prismáticos con saludos a la pobre británica que me sonreía con un bebe entre los brazos y otro de corta edad aferrado a sus rodillas. Me llegaban mensajes escuetos. Estamos en comisaria. Retenidos. Nos van a juzgar. Esperamos el abogado. Faltan los traductores. Estamos con dos albaneses detenidos en la frontera. Nos trasladan a Dubrovnik. Se demora. Hace falta que esté libre un juzgado.  Nos declaran culpables, ¿A qué no te lo imaginabas?.

Los llantos de los niños ingleses me despertaban de la monotonía y veía la cara desencajada de la pobre mujer que ya no sabía qué hacer para entretenerlos. Fue ya bien entrada la noche cuando recibí un “volvemos”. Y allí estuve, cuando aparcó el furgón y dejo salir a los convictos, cabizbajos, hambrientos y sedientos, con sus correspondientes multas en las manos para hacer efectivas al día siguiente. Sumando la sanción, los abogados, los gastos de juicio y los traductores, el resultado era una bonita cantidad a abonar si queríamos salir de allí.

Cuando fui al banco por la mañana coincidí con la pareja neozelandesa. Les deseé un buen viaje y él amargamente respondió:

- Quiero olvidarme de esto cuanto antes. Nunca me había sentido tratado de esa manera; solo había fondeado, después de hacer la salida del país, para tensar la correa del alternador con calma. Me sentí como el ganado. No nos ofrecieron de comer ni de beber en todo el día, ni nos dirigían la palabra. El feliz viaje empezará cuando me aleje de aquí.

Es tremendo como una circunstancia así puede dar al traste con la imagen de un país sorprendente como Croacia. Yo intenté que no me llevaran los prejuicios y seguir disfrutando de la estancia. Pero la verdad, el regusto amargo te queda siempre.





Mucho tiempo después, estando amarrados en un puerto oí comentar a un barco vecino una historia similar que había sufrido en sus carnes uno de ellos. Y posteriormente leí en una revista náutica testimonios de diversos patrones que habían pasado por igual trago. Así que la conclusión es que alguien le había tomado el gusto a la caza y se apostaban en la frontera para ver picar a las perdices. 

Naufragios y turistas

$
0
0
El 30 de septiembre de 1980 el mercante Panayiotis surcaba las aguas del jónico con un cargamento ilegal de tabaco. El armador era un griego de Cefalónia, Karalambo Kombocekla, así como su capitán y gran parte de la tripulación. Transportaban cajetillas de cigarrillos de contrabando desde algún puerto de Yugoslavia o Albania, para descargarlo en la vecina Italia. Como otras veces que habían hecho el mismo negocio les acompañaban una pareja de italianos supervisores de que todo el proceso se realizase si “mermas a la carga”. Pero claro, la vida de los piratas y los marginales de la ley siempre está expuesta a contratiempos desagradables de última hora. Debió pensar el capitán que si tan buen negocio era ¿Por qué no lo hacían ellos? Y decidió retener a los dos inspectores italianos en un camarote y vender ellos mismos la partida. Supongamos que las negociaciones no llegaron a puerto alguno y que, a la desesperada, resolvieron conducir al mercante a la costa cercana, al norte de Zakintos y fondear en una bahía llamada Spirili, hoy Agios Ioanis, para esperar acontecimientos. Pero debido a las malas condiciones meteorológicas en esa costa tan abierta al viento del norte, acabaron garreando y encallando en la playa. Fue una situación de estrés increíble, con el barco varado en la arena, las olas que lo empujaban y las cosas que nunca mejoran cuando una nave ilegal ha dado con su quilla en la costa. Comenzaron a desembarcar las cajas quizás con la esperanza de salvar algo, quizás con la intención de reflotar la nave aligerando su desplazamiento. Pero el mar empezó a arreciar y la mayoría de las balas se perdieron, fueron arrancadas por  las olas y acabaron flotando diseminadas por las cercanías. Ya sin nada que esperar, la tripulación tuvo un arranque de humanidad; los contrabandistas son ilegales pero no asesinos; liberaron a los dos italianos y se encaramaron trepando por los acantilados, llegando sin resuello hasta la capital de la isla.

Amaneció en la costa y con la tenue claridad se vislumbraba el mar lleno de bultos oscuros que iban y venían con las crestas blancas de las rompientes. Los habitantes de los pueblos cercanos se asomaron al precipicio y abrieron bien los ojos ¿Y por qué no lo cogemos nosotros? Y se lanzaron a la captura de los fardos.  Hay que decir que el tabaco venia embalado de forma que no se malograra de inmediato si se mojaba. Vinieron caiques con pescadores, mujeres, niños, burros, perros, mayores y pequeños. Todos pillaron parte del maná que les ofrecía el cielo y corrieron a esconderlo en sus casas, en sus tiendas,  en el horno, en el establo, en la farmacia.

Cuentan las crónicas que la policía no es tonta y dio con la tripulación. Cuentan también que alguien debió hablar. Así que al final rebuscaron establos, hornos y farmacias y dieron con el tabaco que fue confiscado y vendido en pública subasta. Unos detenidos, otros deportados a Italia, algunos despojados de su botín, todos enrabietados. Que desconsuelo. Lo pagaron con el viejo buque de maderas consumidas y de hierros averiados. Lo desvalijaron hasta dejarlo desnudo mientras descansaba en la arena. Lo desplumaron hasta que de tan limpio parecía recién salido de un astillero. El mar, el salitre, el sol y la arena terminaron la faena para  enrojecerlo, chorrearlo, triturarlo, semienterrarlo y olvidarlo.

Las cosas fortuitas a veces tienen resultados sorprendentes. Al principio, las autoridades; siempre con tanta imaginación; se empecinaron en arrastrar el pecio a altamar para hundirlo y que no representase un deshecho irresponsable que se les pudiera echar en cara algún día para acabar con su brillante carrera. Pero siempre hay seres inteligentes y alguien cayo en la  cuenta que lo que la naturaleza había diseñado en aquella playa quedaba mucho más hermoso y llamativo con el contrapunto de un cadáver de hierro, producto humano, oxidado y vencido.  Lo fotografiaron en infinitas ocasiones  y lo convirtieron en enseña de la oficina de turismo griego. El navagio. El naufragio.




Grecia es un país de muchos naufragios, totalmente comprensibles si observamos la multitud de escollos e islotes que hacen difícil la navegación en circunstancias adversas. Estos siniestros normalmente son dramáticos pero con el paso del tiempo y la sal algunos quedan varados para la posteridad, vacíos de todo su horrible significado, para terminar en hermosas imágenes; atractivos para el viajero que le gusta soñar. Imprescindibles  para el turista del selfie y del yo he estado aquí. Los encuentras por toda la costa como caparazones de enormes animales moribundos y mutilados, con una estela de historias que se arremolinan entre sus cuadernas roídas. Quizás los más conocidos, aparte del de Zakintos, son el de Gythion y el de Kythira. En todos ellos uno se puede pasar horas observando su tremendo poder evocador.

Verdaderamente este de Zakinthos es el más impresionante, posiblemente por la inaccesibilidad de sus acantilados, por la arena blanca que cubre buena parte de su obra muerta y por el azul dañino del mar en esta costa. Yo lo he visitado, hace ya muchos años, en varias ocasiones y tengo que reconocer que sobrecoge oír el viento resbalar por las paredes blancas, como quejidos del propio barco; solo te sosiega acordarte de que no hubo desgracias personales y que fue una aventura de chapuceros estraperlistas.




La verdad es que los contrabandistas siempre me cayeron bien. Gran parte de las leyendas marinas se alimentaban de ellos. Esos marginales, al otro lado de la ley y la probidad, que intentaban sobrenadar un mundo inhóspito y un mar terrible. Es posible que también sean los dulces recuerdos de mi padre, que en sus años mozos se dedicó al oficio en Tánger, antes de que yo existiera. Con una gracia que en pocos he descubierto al vender, tanto te colocaba una partida de medias de seda como una de latas de bonito en conserva. Todas las historias que me contaba conseguía hacerlas divertidas, aunque supongo que la cruda realidad era más prosaica y de pura supervivencia.

Pero un día, dedicándome a mi afición favorita de rebuscar entre postales y calendarios por las tiendas de suvenires me encontré con esta imagen. ¡Ay dios!





¿Qué fue de ese sitio tan magnifico de mis recuerdos? Con las barquitas de turistas flotando en el azul infinito y el sonido de los pájaros planeando en los acantilados. Creo que la tripulación de pobres contrabandistas nunca hubiera imaginado el resultado final de su accidente.

Algo así ya me olía yo y me negaba a acercarme a esa playa. Donde fuiste feliz no debieras tratar de volver, porque ya habrá aparecido en el Tripadvisor y habrá perdido su gracia. 






Οι Μαυραγοριτες
Στίχοι και μουσική: Μιχάλης Γενίτσαρης


Μικροί μεγάλοι γίνανε
μαυραγορίτες όλοι
κι αφήσαν όλο τον ντουνιά
με δίχως πορτοφόλι

Ακόμα κι οι γυναίκες τους
τη μαύρη κυνηγάνε
τσάντες τσουβάλια κουβαλούν
κανέναν δεν ψηφάνε

Πρωί και βράδυ τρέχουνε
στους δρόμους σαν κοράκια
πελάτες ψάχνουν για να βρουν
να γδάρουνε κορμάκια

Πουλήσαμε τα σπίτια μας
και τα υπάρχοντα μας
για δυο ελιές κι ένα ψωμί
να φάνε τα παιδιά μας


Los estraperlistas
Letra y música: Mihalis Yenitsaris

Pequeños grandes se convirtieron
todos en estraperlistas
y dejaban a todo el mundo
con la billetera vacía.

Incluso sus mujeres
estaban en el negocio
acarreando bolsas y sacos
nada tenían en consideración.

Mañana y noche corren
por las calles como cuervos
clientes buscan para
despellejarlos.

Vendimos nuestras casas
y nuestras pertenencias
por dos aceitunas y un pan
para dar de comer a nuestros hijos.




Perros de la historia

$
0
0
Uno debería casarse con un perro para estar seguro de que nunca le abandonarán sin razón. No hay otro enamorado más devoto que se aprenda tus ruidos propios, tus olores, que espere con impaciencia con el hocico pegado al quicio de la puerta tu llegada y que se emocione tanto cuando te vuelve a ver, como si fuera el primer encuentro. También que te destroce media casa de la rabia de verse solo o se coma las chuletas mientras se descongelan, pero en fin Quid pro quo nos dirían ellos si tuvieran cuerdas vocales, porque latín ya saben.  Hoy voy a dedicar la entrada a un puñado de podencos valientes, arrojados y legendarios. Yo, que no me considero imparcial pues no he conocido perro feo, voy a intentar que no me venza el entusiasmo y atenerme al rigor histórico. Pero buscando historias de canes llevo días enteros y me enrollo tanto que mejor divido el tema en dos entradas para no aburrir al personal con mis locuras.

Los griegos tienen una relación con los perros callejeros, con los llamados “adespotas”, un tanto peculiar. Son perros cien-mil-leches que acumulan en su genoma todas las mutaciones necesarias para sobrevivir en la dura polis. Se amontonan en las estaciones de autobús o de tren, en los puertos, en la entrada de los recintos arqueológicos; en cualquier sitio donde haya tránsito. Son serenos, calmados, lentos, indiferentes; parecen dotados de una sabiduría ancestral y hay hasta quien afirma que son los mismísimos dioses reencarnados. Llevan a cuestas todo un muestrario de mugre, pulgas saltarinas y sustancia acumulada. Nadie les molesta ni a nadie molestan, ahora bien si te cruzas con uno no tendrás más remedio que saltar por encima pues él dudo que mueva algo más de un párpado.

Hubo un movimiento filosófico y literario a principios del siglo IV a. C. el cinismo, representado por Diógenes, el que tenía un tonel por morada, se masturbaba en el ágora ateniense, mandaba a paseo al mismísimo Alejandro Magno, y se pitorreaba de Platón lanzándole a sus pies un gallo desplumado, mientras aquél disertaba sobre el hombre como un ''bípedo-implume''.  La palabra ''cínico'' kynikoi parece ser que  viene de ''perro''κυόν. Hacía referencia a su frugal modo de vida, su desfachatez y su desvergüenza, ya que los cínicos deambulaban tomando el sol en el ágora ateniense o el mercado de Corinto, practicando su sabiduría, envueltos en un atuendo mínimo y mendicante. Los filósofos cínicos tomaron al perro como su emblema y lo adecuaron a la perfección a sus fines. El perro, animal urbano y familiar, no se oculta para cubrir sus necesidades ni para sus contactos sexuales. Es impúdico por naturaleza, roba alimentos a los dioses y mea en las estatuas sin ostentar reparo alguno. Los cínicos vieron en la figura del perro la oposición a las reglas del respeto mutuo y el decoro, y eso era exactamente lo que buscaban.

A parte de esta utilización despectiva de la figura del perro, también valoraron su vertiente protectora. En la Grecia antigua se confiaba a los perros la custodia de los templos y las fortalezas. En el siglo VI a. C.  mientras se celebraban en Corinto las fiestas en honor de Afrodita, Soter, un alano, defendía con cuarenta y nueve compañeros las explanadas de la ciudad. Los festejos debilitaron la vigilancia de la población, momento que aprovecharon las tropas de Navplia para perpetrar un ataque imprevisto por mar. Solo los perros velaban y empezaron a gruñir,  pero nadie se percató de la amenaza. Se lanzaron con fiereza contra los agresores y muchos cayeron atravesados por las flechas, pero Soter corrió a la ciudad para alertar a los corintios para que abandonaron las ceremonias y se prepararan para rechazar la invasión. No se sabe bien  si el perro se llamaba ya así o le pusieron el nombre después, porque Soter en griego quiere decir “Salvador”. Le regalaron un collar de plata con su nombre grabado: El salvador de Corinto.

También Peritas, el valiente perro de Alejandro Magno pasó a la posteridad.  Era un mastodonte de raza moloso que le acompañaba en sus batallas y peleaba contra elefantes. Murió combatiendo durante la conquista de la India. Plutarco cuenta que Alejandro, desolado ante la pérdida del animal a quien tanto quería, decidió fundar una ciudad con su nombre en la confluencia de dos ríos. Peritas llego a ser un importante puerto fluvial de la India.

Sobre los molosos griegos tengo una anécdota que os cuento: nos perdimos un día por una carretera de Limnos. El lugar parecía desierto y me bajé a preguntar. Un perro lanudo y un negro moloso descomunal descansaban a la sombra. Comprobé con tranquilidad que el gigante oscuro estaba atado con una cadena. Se pusieron a ladrar al verme y el pequeño azuzó al grande, más lento de reflejos. Se lanzaron los dos contra mí y esperé unos segundos infinitos a que el Darth Vader canino se detuviera en seco con el estirar de la cadena, pero esta era tan larga que nunca llegó a suceder. No corras, norma número uno. No demuestres miedo, norma dos. Me volví con cuidado y me dirigí despacio hacia el coche. En la ventanilla se reflejó mi cabeza y otra negra más alta detrás. Cerré los ojos esperando lo peor y…recibí un lametón en la coronilla que me dejó toda pringosa.




Pero si hablamos de la faceta de fidelidad del mejor amigo del hombre, posiblemente uno de los primeros protagonistas de esta entrada debería ser Argos, el perro de Ulises, el único que lo reconoció a su vuelta a Itaca a pesar de ir disfrazado. El pobre Argos, ya viejo y ciego, solo pudo mover el rabo para morir con dulzura después. Así lo relataba Homero:

Y un perro que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el can del paciente Odiseo, a quien éste había criado, aunque luego no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión. Anteriormente llevábanlo los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño yacía abandonado sobre mucho fimo de mulos y de bueyes que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Odiseo lo tomasen para estercolar los dilatados campos. Allí estaba tendido Argos, todo lleno de garrapatas. Al advertir que Odiseo se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro de su amo; y éste cuando lo vio enjugóse una lágrima que con facilidad logró ocultar a Eumeo.


Seguiré con otros canes ilustres en la próxima entrada. Ya, ya sé que creéis que me he enajenado, a estas alturas. Pero no, el tema lo merece. Os dejo con esta hermosa canción de Andreou en homenaje al poeta Nikos Gatsos, en la que habla de Argos, el perro más fiel.




Γράμμα στον κύριο Νίκο Γκάτσο
Μουσική-στίχοι: Γιώργος Ανδρέου
Τραγούδι: Τάνια Τσανακλίδου

Το σπασμένο βιολί του κόσμου ακόμα ουρλιάζει
Στα νωπά σπαρμένα χωράφια η μέρα χαράζει
Φαντάροι χορεύουν τις νύχτες σε άδειες ταβέρνες
Δελφίνια στο πέλαγο μόνα, νεράκι στις στέρνες
Νησιά ταξιδεύουν στον ήλιο, κανείς δε μιλάει
Την Άνοιξη όλοι προσμένουν
Κι αυτή προσπερνάει

Όλα κύριε Νίκο είναι εδώ
Όπως τα άφησες εσύ κι όπως τα ξέρεις
Από της λύπης τον καιρό
Κι όταν γυρίσεις και σε δω
Μέσα στη στάμνα τη χρυσή νερό να φέρεις
Της λησμονιάς πικρό νερό

Το πιστό σκυλί της Ιθάκης στα πόδια σου κλαίει
Και η καλή, παλιά Περσεφόνη τραγούδια σου λέει
Η φωτιά πληγή που σε καίει, δε λέει να γιάνει
Το πικρό το όνειρο φταίει του αδελφού Μακρυγιάννη
Πόσο ακόμα ραγιάδες η Κρήτη κι η Μάνη
Σκοτεινές μαυροφόρες, μανάδες στου Οδυσσέα το χάνι

Carta al Señor Nikos Gatsos
Letra y música: Giorgos Andreou
Canta: Tania Tsanklidou.

El roto violín del mundo todavía suena
En los recién sembrados campos raya el alba
Soldados bailan las noches en vacías tabernas
Solitarios delfines en el mar, agua en las albercas
Islas que viajan en el sol, nadie habla
La primavera todos aguardan
Pero ella pasa de largo.

Todo Señor Niko está aquí
Como lo dejaste y conoces
Desde el tiempo del dolor
Y cuando vuelvas y te vea
Lleva agua de oro en tu cratera
El agua amarga del olvido

El fiel perro de Itaca se lamenta a tus pies
Y la buena y antigua Perséfone te canta canciones
La herida de fuego que te quema, dice que no sanará
El sueño amargo del hermano Makrygiani tiene la culpa
Hasta cuando siervas Creta y el Mani
Sombrías madres enlutadas en la posada de Odiseo.


Perros de la revolución

$
0
0
No hay dos perros iguales cada uno tiene su carácter exclusivo y su apasionamiento. En el fondo son animales obsesionados con un tema que convierten en el leitmotiv de su existencia; pelotas, ovejas, liebres, hasta la lucha política. No bromeo; así que de perros legendarios pasemos a darle un repaso a los chuchos de la revolución.

Un ejemplo de animal muy especial fue Dick el perro amigo de los deportados, en el campo de concentración de Limnos para disidentes políticos, bajo la dictadura de Metaxas. Dick odiaba a los guardas, a los que enseñaba feroz los dientes cuando se acercaban; protegía a su forma a los cautivos inventando perras triquiñuelas. Los policías tenían la costumbre de esconderse entre los barracones por la noche para espiar las conversaciones de los reclusos, denunciarlos como conspiradores y arruinarles la vida, un poco más si cabe. Dick agazapado los sorprendía y se arrancaba a ladrar con estruendo para alertarlos; cuando los reclusos le oían gruñir ya sabían que era hora de callar o de hablar del tiempo.  En dos ocasiones comió veneno el pobre Dick, pero hay que reconocer que su vida de proscrito le agudizó el ingenio hasta hacerlo más listo que el propio hambre. Cuentan quienes lo conocieron, que sintiéndose morir, se fue arrastrando en silencio hasta el barracón donde mantenían un servicio médico improvisado los propios reclusos; allí le realizaron un lavado de estómago y lograron salvarlo por los pelos. Dick se hizo asiduo de aquel centro de salud especial; se acercaba  si se clavaba un pincho, se cortaba la pata o le arañaba un gato. Un día, Dick pasó por delante de una larga fila de reclusos que esperaban su turno para ver al doctor. "Dick, no te cueles" le increparon en broma; el perro agacho las orejas, se dio la vuelta y se colocó en el el lugar más apartado.

Mataron a su novia, mataron a sus cachorros, por si Mendel tenía razón y se organiza un pelotón indiscreto de retoños muerde-polis. Lo mataron a él al fin, cuando los presos fueron trasladados al penal de Makronisos y no pudieron llevarlo con ellos. Lo mataron, por celos, por despecho y por mala baba.

El célebre poeta  Yianis Ritsos, uno de los testigos de primera línea,  le dedicó un poema al compañero Dick,  para que nadie olvidara a ese héroe cuadrúpedo, camarada, respetable y cariñoso con quien era de los suyos, que perdió su vida peleando por un mundo más justo a su irracional manera. El poema está recogido en su Cantata de Makronisos y esta es la versión musicada, no muy buena por cierto, pero pertenece a una época en que la melodía era acompañante secundario de las canciones protestas.




Να μη ξεχάσουμε και το μνημείο του Ντικ
Ναι, ναι του σκύλου μας του Ντικ
Της ομάδας του Μούντρου
Που τον σκοτώσαν οι χωροφυλάκοι
Γιατί αγάπαγε πολύ τους εξόριστους
Να μην ξεχάσουμε σύντροφοι τον Ντικ
Τον φίλο μας τον Ντικ
Που γάβγιζε τις νύχτες
Στην αυλόπορτα αντίκρυ στη θάλασσα
Κι αποκοιμιόταν τα χαράματα
Στα γυμνά πόδια της λευτεριάς
Με τη χρυσόμυγα του αυγερινού
Πά στο στυλωμένο αυτί του

Τώρα ο Ντικ κοιμάται στη Λήμνο
Δείχνοντας πάντα το ζερβί του δόντι
Μπορεί μεθαύριο να τον ακούσουμε πάλι
Να γαβγίζει χαρούμενός σε μια διαδήλωση
Περνοδιαβαίνοντας κάτου απ’ τις σημαίες μας
Έχοντας κρεμασμένη στο ζερβί του δόντι
Μια μικρή πινακίδα «κάτω οι τύραννοι»
Ήταν καλός ο Ντικ.

No olvidemos la memoria de Dick
Sí, sí, nuestro perro Dick
Del campamento de Mudros
Al que mataron los guardas
Porque amaba a los presos
No olvidemos a nuestro compañero Dick
Nuestro amigo Dick
Que ladraba en la noche
En la puerta frente al mar
Y dormitaba al amanecer
A los pies desnudos de la libertad
Con la luz dorada del lucero del alba
Pero con una oreja tiesa.

Ahora Dick descansa en Limnos
Mostrando siempre sus colmillos
Quizás lo oigamos pasado mañana
Ladrando contento en la manifestación
Desfilando bajo nuestras banderas
Y colgando de su boca
Un pequeño letrero “abajo los tiranos”.
Era bueno el Dick.
...

Kanelo apareció por primera vez en los años 90 en la calle Patission, con los colmillos desafiantes. Residía a medias entre las aulas y los jardines del politécnico; de infausto recuerdo en la lucha contra la dictadura de los coroneles; y las calles de Exarchia, el barrio de los anarquistas. Murió en 2007 cuando contaba ya 17 años y la lucha callejera había mermado mucho sus facultades.  Los estudiantes le protegían, lo alimentaban y le curaban las heridas después de cada altercado en el que se había dejado el alma como el primero;  respondía ladrando sin reservas a los policías que los acosaban y persiguiendo a “secretas” que detectaba olfateando entrepiernas, con esa astucia de sabuesos que solo ellos tienen. No había asamblea en la que no estuviera Kanelo presente codeándose con los cabecillas y dejándose acariciar por sus camaradas.




Por orden del decano de la escuela de arquitectura lo detuvieron y lo llevaron a la perrera de Markopulo.  Más de 200 personas firmaron y presentaron una denuncia y consiguieron que liberaran a Kanelo a cambio de encontrarle un techo en el apartamento de un estudiante que se hizo cargo de él. Dicen que en sus últimos momentos le fallaban las patas traseras y alguien le fabricó un artilugio con ruedas para sacarlo a pasear, para que, aun orgulloso y egregio, siguiera saludando al mundo, el que le conocía y admiraba. 

También Kanelo pudo presumir de su canción





Θα μιλήσω για τον φίλο τον Καννέλο
που 'χει μια καρδιά και τέσσερα ποδάρια
Που γυρίζει στα Εξάρχεια τα βράδια
κι όλοι τον σέβονται του βγάζουν το καπέλο
Στη γωνιά Πολυτεχνείου και Πατησίων
κυνηγούσε λένε έναν ασφαλίτη
Και μια μέρα εθεάθη στο Θησείο
να γυρνάει με μια σκυλίτσα από σπίτι.

Ένα τραγούδι για το σκύλο τον Καννέλο
που με δάγκωσε μα τον καταλαβαίνω
Υποστήριξε την άποψη με πάθος
ότι είχα πάρει τη ζωή μου λάθος.

Χίλια πρόσωπα αλλάζει αυτή η πόλη
μα κανένα δεν τρομάζει τον Καννέλο
Κι αν καμιά φορά τον βλέπεις λυπημένο
την ουρά του σπάει κι αρχίζει γυροβολεί
Φυλακίζει όσα κόκαλα πετάνε
όλοι αυτοί που ασχημαίνουν τη ζωή μας
Και το ξέρω όταν στα μάτια τον κοιτάμε
πως γουστάρει, πως γουστάρει τη σιωπή μας.

Ένα τραγούδι για το φίλο τον Καννέλο
…..

Φυλακίζει όσα κόκαλα πετάνε
όλοι αυτοί που ασχημαίνουν τη ζωή μας
Και το ξέρω όταν στα μάτια τον κοιτάμε
πως γουστάρει, πως γουστάρει τη σιωπή μας.

Ένα τραγούδι για το σκύλο τον Καννέλο

……


Hablare del amigo Kanelo
Que tiene corazón y cuatro patas
Que regresa a Exarchia por la noche
Y todos lo respetan y levantan el sombrero
En la esquina de Politecníu y Patissión 
Dicen que cazó a un secreta
Y una mañana fue visto en Thisio
Acompañando a una perrita a su casa

Una canción para el perro Kanelo
Que me mordió pero lo entiendo
Defendiendo su postura con pasión
De que había cometido un error en mi vida

Mil caras cambian esta ciudad
Pero ninguna asusta a Kanelo
Si alguna vez lo ves entristecido
Moverá el rabo y empezara a dar giros
Guarda cualquier hueso que le arrojan
Todos aquellos que afean nuestra vida
Y sé, cuando miro sus ojos
Como le gusta, como le gusta nuestro silencio
......




Cuando en diciembre de 2008, un perro de color crema se abalanzó rugiendo contra la policía antidisturbios, en defensa de los manifestantes en Atenas, todo el mundo pensó que Kanelo estaba vivo y había vuelto. Desgraciadamente no era así, si no otro can atacado y amante de las manifestaciones; Lukaniko. Esta vez fue la prensa la que siguió sus andanzas y lo convirtieron en un perro mediático. Fue protagonista de reportajes de la CNN, BBC o Al Jazeera que hicieron de él un símbolo mundial de la “resistencia griega” frente a la troika. Su fama llegó al punto de ser considerado en el 2011 por la revista Time como una de las cien figuras más reconocidas en el mundo.  Este pulgoso tiene infinidad de canciones dedicadas, pero puestos a elegir me ha gustado más este montaje con música de Morricone: El bueno, el feo y el malo. También porque no tiene letra y yo ya me he cansado de traducir.







Esta entrada está dedicada a la memoria de estos invencibles insensatos. Y a la de Ramiro al  que le encantaba la canción de Dick; él me puso tras su pista.

Cartas de marear

$
0
0
Tengo en el salón de mi barco, enmarcado y enorme, una reproducción de un mapa del mundo navegable según Homero. Lo compré en Itaca, para hacer más genuina su procedencia. La tierra, en los tiempos arcaicos, era un disco humilde flotando en agua, en el centro de una esfera transparente; el cielo. Por debajo de ese círculo se encontraba el ignoto tártaro, la región profunda del universo, donde las sucesivas generaciones y reyertas divinas habían acabado poblándolo de rivales vencidos y penitentes. Es tan esquemático que seguramente dejaba al navegante encogido y boquiabierto, hechizado ante el enigma de los viajes posibles y siempre terribles. Lo que me fascina de esos inicios es que todo estaba por descubrir y se inventaban las mil artimañas mitológicas, filosóficas, astrológicas, para explicar lo que veían o lo que intuían. Ante un mundo tan sencillo como reflejaba el mapa, solo cabía maquinar historias y aventuras, todas posibles y reales, ya que ese espacio imaginado bien lo podía haber dibujado un niño curioso. Lestrigones, sirenas, arpías y comedores de lotos eran recaladas incuestionables para cualquiera que se atreviera a dar vueltas por ese área circular.


Mapa mundi según los textos de Herodoto


No hay un momento concreto en el que se nos ocurriera plasmar en dos dimensiones lo que veíamos en tres; ahora dicen que pueden ser muchas más; para poder reproducir viajes ya realizados y dejar constancia de los peligros del camino. La geografía, y en concreto la cartografía náutica, surgieron como una constante evolución de ese mapa homérico por sucesivas aportaciones de algunos y frenazos religiosos de otros. Pero afortunadamente los diferentes cultos se turnan para castrar nuestro conocimiento; hoy por ti mañana por mí; y fueron los árabes esta vez los encargados de transmitir los antiguos trabajos  griegos y continuar con el desarrollo de ciencias no accesible a los europeos durante más de 1.000 años como la astronomía, la matemática y la geometría. La mayoría de los mapas medievales  tienen concepción de Orbis Terrarum, conocido por sus siglas O.T. La O representa el mundo circular, la forma geométrica perfecta, rodeado por el océano, la T hace referencia a la a la cruz y  el centro del mapa era Jerusalén. Los árabes sin embargo, partiendo de los escritos de Ptolomeo, estudiaron los sistemas de proyección y desarrollaron mapas para orientarse y viajar a la Meca. Los conocimientos griegos volvieron a nosotros con su paso por Al-Ándalus. De alguna forma corroboraban que el pequeño mundo era una circunferencia en la que todo circula, se aleja y retorna.

Hoy navegamos con sofisticados sistemas de posicionamiento y cartografías digitales. Dando un click con el ratón tenemos acceso a toda la información que puede contener un pixel terrestre; profundidades, mareas, corrientes, predicciones meteorológicas, fotografías y hasta datos añadidos por nosotros. El viejo globo terráqueo deja de tener secretos que nos perturben. Los viajes pierden gran parte de su romanticismo. No despotrico de la tecnología que nos facilita la vida, pues solo hay que recordar el tiempo en que surcábamos los mares con gran parte del barco ocupado por las cartas de papel. Tenías dos soluciones, o las enrollabas en plan papiro y las guardabas en un armario, o las plegabas como una sábana y las apilabas en la mesa de cartas. En el primer caso ellas tenían la costumbre de acomodarse y volver a su forma, como un muelle, por mucho que tú te empecinaras en lo contrario; acababas sujetando sus esquinas con los codos y la nariz mientras el barco escoraba y el resto de utensilios resbalaba por la mesa. En el caso del plisado, indefectiblemente siempre caía una isla o un bajo importante en el pliegue, por no comentar lo difícil que era trazar rectas con los altibajos del papel y los obstáculos de las molduras de la mesa de cartas, que aunque se llamara así nunca tenía el tamaño suficiente como para albergar una entera extendida.

La cartografía electrónica nos hace cómoda la existencia pero nos priva de los recuerdos de esas rutas dibujadas, que nadie se molestó en borrar, y esas filigranas en sus márgenes, producto de guardias aburridas y somnolientas; las que hoy me he encontrado en el trastero cuando una pila de cartas antiguas se han precipitado sobre mi cabeza. La electrónica hace más segura la navegación. Bueno, depende. Que se lo digan al Team Vestas que se subió en una isla en medio del océano, en la pasada Volvo Ocean Race, por olvidarse de  darle a la ruedecita del ordenador para cambiar la escala.





Pero lo que más me preocupa es que lleguemos a olvidar su nombre; las cartas de marear.






Χάρτες
Στίχοι: Σοφία Κατζούρη
Μουσική: Γιώργος Καζαντζής
Πρώτη εκτέλεση: Δήμητρα Γαλάνη

Χάρτες τα μάτια σου και ταξιδεύω,
μέσα στο βλέμμα σου νησιά γυρεύω,
γλύκα κι αλμύρα σα θάλασσες μοιάζουν,
κύματα στέλνουνε και με τρομάζουν.

Χάρτες τα μάτια σου κι όλο γυρίζω,
κάθε λιμάνι σου κρυφό γνωρίζω,
δρόμοι και σύνορα, όλα δικά σου,
δέκα τηλέτυπα μεσ’ στη ματιά σου.

Χιλιάδες νύχτες με ταξιδεύεις
σα στρώμα με βεγγαλικά το σώμα μου παιδεύεις,
χιλιάδες νύχτες με ταξιδεύεις
στα βάθη του Ατλαντικού το σώμα μου γυρεύεις.


Cartas
Letra: Sofía Katsuri
Música: Yiorgos Kaztzis
Cantante: Dimitra Galani

Cartas tus ojos y viajo
En tu mirada busco islas
Dulces y salobres semejan mares
Olas mandan que me asustan

Cartas tus ojos y todo recorro
Cada puerto escondido tuyo conozco,
Caminos y fronteras, todos tuyos,
Diez teletipos en tu mirada

Miles de noches me haces viajar
Como un colchón con bengalas mi cuerpo atormentas
Miles de noches me haces viajar
En las profundidades del Atlántico buscas mi cuerpo



Otra cerveza, por favor

$
0
0
A los visitantes de Grecia les acaba entusiasmando la cerveza Mythos. Supongo que el nombre es de lo más sugerente para una cerveza local y además está muy rica. Pero desde que me enteré de que Mythos pertenece ahora a la casa Carlsberg  me agrada más recomendar a mis amigos la Fix, porque es la única genuinamente griega. Igual en este mismo momento, mientras escribo esta entrada, patino porque las cosas corren que vuelan en Grecia y todo cambia de manos sin que nos enteremos. Pero aparte de este arranque patriótico sin excesivo interés en un mundo globalizado, la historia de la cerveza Fix, la más antigua fabricada en Grecia, me parece de lo más curiosa.

Cuando Grecia logra su soberanía, libre al fin de la ocupación otomana, en la Conferencia Internacional de Londres se decidió que Otón, el segundo hijo de Luis I de Baviera, sería el rey del recién fundado país. Tiene gracia porque parece que alguien quiso crear una broma onomatopéyica con el nombre del nuevo rey y los antiguos opresores. Otón I llegó al país acompañado por tres asesores y 3.500 soldados y gobernó hasta 1835 con un Consejo de Regencia bastante impopular para los griegos, compuesto por funcionarios bávaros; este periodo fue conocido como la "bavarocracia" (Βαυαροκρατία). El descrédito del rey fue en aumento debido a la subida de los impuestos, que llegaron a ser mayores que los existentes en el periodo otomano, y porque ya sentado en el trono se lo pensó mejor y se  negó a promulgar una constitución; algo que estaba dispuesto en el acuerdo tras la independencia griega. Años más tarde, ante la insistencia de Gran Bretaña y Francia, los bavarócratas fueron relevados por ministros griegos, aunque los bávaros continuaron copando altos puestos de la administración y el ejército, lo que creó gran malestar social.

Johan Fuch viajo desde Baviera buscando a su padre, un funcionario acompañante del rey, pero desgraciadamente no llegó a tiempo de verlo con vida. Tras el sepelio, algo de esta tierra pobre e inexperta debió cautivar al teutón, quizás la excelencia clásica, los humildes olivos, los mares azules, la luz inacabable. O quizás el cómodo estatus que habían alcanzado sus compatriotas, sus fortunas o las grandes posibilidades que ofrecía una tierra nueva y un país por hacer. El caso es que decidió quedarse en Grecia y para ganarse la vida de la mejor forma posible valoró concienzudamente qué podría ofrecer a las clases pudientes, los bávaros, que eran los únicos que tenían dinero para gastar. ¿Qué desea un alemán en una tierra sedienta y calurosa de piedras ancestrales peladas y secas? ¡Una cerveza! Así fue como Johan Fuch creo la primera compañía cervecera de Grecia. Su nombre fue fermentando, como el mosto de cebada, por el decir popular y acabó convertido en Ioannis Fix.

Gracias al favor del rey, a la marca Fix se le otorgó el monopolio cervecero nacional por 100 años. El éxito entre los bávaros fue colosal y contagió a los griegos que empezaron a gustar de la burbujeante bebida milenaria como una manera de equipararse en clase social. La cerveza se convirtió en todo un símbolo nacional cuando en 1957, el famoso arquitecto Takis Zenekis fue contratado para diseñar las nuevas instalaciones de la avenida Singrou, en Atenas. El edificio, modernísimo para su época, estaba parcialmente acristalado, lo que permitía a los viandantes quedarse embobados observando cómo se fabricaba el brebaje. Hoy en día, la estación de metro de Singrou se sigue llamando Fix, aunque el edificio fue medio demolido y reconvertido en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo.




Todo sube como la espuma y baja si lo dejas reposar. La marca se fue apagando, unos dicen que por corrupción, otros que por malas políticas de mercado, o tal vez porque la competencia entró con ímpetu arrollador. El caso es que Fix  empezó a agonizar en la década de los 60. En 1965, cuando ganó el primer Papandreu las elecciones con un 65% de los votos, el rey Jorge no gustó de la decisión popular y propuso a su candidato, M. Garofalias, en su lugar. Garofalias estaba casado con la viuda de Fix. El pueblo montó en cólera y dejó de tomar cerveza; la marca que ya se tambaleaba acabó por caer.

La firma fue comprada y vendida en varias ocasiones más, hasta que en 2009, tres empresarios griegos, se lanzaron con entusiasmo a fabricar cerveza Fix y reconquistar el mercado, hasta hoy; haciendo mucho hincapié en utilizar solo productos cultivados en Grecia.

Así que yo siempre pido esa cerveza cuando voy a las tabernas. No se trata de hacer publicidad, porque en estos casos nunca tienes claro si son indios o vaqueros, pero al fin y al cabo que más da, la historia es la que uno se monte en un cálido día de verano, mirando al mar, debajo de una parra, meditando sobre porque las cosas parecen repetirse una y otra vez. Tomaros la que gustéis. Si es posible con aceitunas.






Πίνω πληρώνω για το χθές
Στίχοι, Μουσική: Σωκράτης Μάλαμας

Πίνω πληρώνω για το χθές μ'άδειες Κυριακές
μιά μπύρα μία, μία  κι άλλη μια σαν απειλή, σαν βρισιά
ψυχή μου πιές, πιές όσο θές μήπως και πάρεις στροφές.

Στρίβω και πέφτω στο στενό, πόσο σε ζητώ!
Kοιμάσαι αλλού, σκέψη αλλουνού σου τυραννάει το νού.
Kι είναι πρωί, η πόρτα κλειστή, στόρια νεκρά, φώτα σβηστά,
παίρνω το δρόμο ξανά.

Bebo pago por ayer
Letra y música: Socratis Malamás

Bebo, pago por ayer con domingos vacíos
Una cerveza una, una y otra más como amenaza, como insulto
Alma mía bebe, bebe lo que quieras, quizás hagas eses.

Giro y caigo en el callejón ¡cuánto te busco!
Duermes en alguna otra parte, pensar en otro te ocupa la mente.
Y es de día, la puerta cerrada, las persianas muertas, las luces apagadas
Emprendo mi camino de nuevo.

PD
Me acaban de corregir, me lo temía. Parece ser que Carlsberg compró el 51% de la empresa el año pasado. Habrá que beber vino a granel. Excelente en Grecia, por otro lado.

El terror al vacio

$
0
0
Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
Soy su leyenda. ¡Salve!

Jorge Guillén

Veía pasar el agua con rapidez y alejarse haciendo caracolillos. Alargué el brazo para sentir esa excitación mojada que da el mar sobre la piel pero alcancé apenas con las uñas y no pude comprobar la fuerza de la corriente escapándose entre los dedos ¿Se movía el mar, nos movíamos nosotros, era el viento el que nos impulsaba, era el barco el que al deslizarse creaba el viento? Me entusiasmó la idea de que quizás era pura ilusión, el vacío total donde nada se mueve y que el movimiento estaba más allá del tubo de ensayo de nuestros sentidos. El sonido era de seda principesca con un ligero clinc de gotas resbalando. Las estrellas explotaron por turnos sobre el negro universo y se pusieron a llover sin ruido. Esa nada y ese simple vacío me agarraron de las solapas y me zarandearon. Es una buena existencia la de deslizarse sobre la melaza grande del mar que no ofrece nada más que el deleite del cero absoluto.

Esa fue la razón que me obligó a convertir mi vida en una viajante marina. Luego llegaron otras cosas, cientos de ellas, pero la primera impronta fue esa, lo que nunca se olvida. Cuando yo empecé con este oficio el mundo náutico de nuestro país era da alta alcurnia. Los pocos barcos que había se recogían en pequeños clubs náuticos de salones aterciopelados con socios jugando a las cartas y murales entorchados con anclas y timones bajo los cuales sus esposas cotorreaban. Llegamos los asilvestrados, la clase media ilustrada que había decidido que vivir era algo más que envejecer junto al fuego y que si el mundo estaba cubierto por 70 % de agua era  para deslizarnos por ella sin rumbo fijo. La vida explotaba con margaritas en el pelo, olores orientales, pantalones holgados, vestidos de hilo y una inmensa biblioteca donde se hundían nuestras creencias y motivaciones. Devorábamos todo lo que caía en nuestras manos y lo poníamos en práctica. Moitessier, Tabarly, Slocum, Conrad, London, Stevenson, Navegar con mal tiempo, Felicidad en la mar. El mundo era grande y nosotros pequeños. No tardaron en marcarnos con el dedo señalador que merece la gente singular. No hay nada más subversivo que ser feliz. No hay nada tan grotesco como los individuos que se creen superiores por no entender que tú no quieras pertenecer a sus lugares comunes.

Como teníamos que vivir de algo nos inventamos el viajar con gente aventurera que pagase por compartir esa parte de tu vida. Hacíamos singladuras de lo más electrizantes donde quedarse sin motor, sin baterías, sin nevera o sin nada de nada era lo más emocionante que podía ocurrirles a aquellos pasajeros aguerridos que nos acompañaban. Recuerdo una travesía en la que la botella de gas dio sus últimos estertores cuando toda la comida que había a bordo esperaba cruda en el horno. Y el desembarque atropellado de la mañana en el puerto, buscando un bar que nos friera huevos con puntillas y con 100 litros de cerveza fresca. El placer de la arribada.

Los que antes nos despreciaban y nos daban los amarres más alejados de sus sedes sociales para que no afeáramos el puerto, no tardaron en reconsiderar que quizás no éramos tan ilusos sí no más bien espabilados, así que decidieron hacer lo mismo. Fueron rápidos en atiborrar esos sitios recónditos de pescadores amables y cantinas pobretonas. Surgieron como setas las marinas uniformadas, los bares chill out, los apartamentos, las tiendas de moda fashion  y las oficinas de alquiler de coches a la puerta. Los barcos subieron de eslora y se llenaron de aires acondicionados, lavavajillas, televisores de plasma y microondas.

- Hay otra forma de navegar diferente, no reñida con la comodidad. Dijo uno

- No lo dudo. Dije yo. Y salimos zumbando para otros mares donde no hubiera llegado el ataque por modificar la corteza terrestre. Y nos compadecíamos de los que pensaban que por fín nos habían desterrado.

Luego vinieron cruzadas ecologistas por enmendar lo irrecuperable, la policía, la seguridad, los parques,  el control, el estar localizable en todo momento, el maldito tripadvisor. Y nosotros seguíamos corriendo sin rumbo fijo, corriendo delante del maremoto, de la ola rompiente, del temporal que todo lo arrasa. Esa carrera de fondo que no tiene meta.

Aristóteles pensaba que la naturaleza aborrecía el vacío, Esta idea perduró hasta el siglo XVII, cuando Torricelli, Newton y Pascal demostraron que era falso. Hoy sabemos que hay incontables universos posibles en cada pulgada de nada. Pero a pesar de todo, en el arte, en la ciencia y en la vida, el ser humano tiene un tremendo horror vacui y no descansa hasta colmarlo todo con su presencia. Entonces se da cuenta que estaba mejor antes, con el lienzo blanco.




Vuelvo a ver aparecer esos mismos personajes buscando islas luminosas de revistas de viajes, pescadores amables y nativos sonrientes. Boquiabiertos de que las cosas no sean como pensaban, arrogantes  frente a un país "tan atrasado". Descompuestos porque se han quedado sin antena y sin ver el mundial, que desgracia, o porque su AIS no funciona y sus amigos no lo encuentran. Socorro. ¡A mi, a mi, que necesito un varadero urgente por favor, tengo una vía de agua! Y yo un mecánico, un presupuesto para el seguro, un velero, un ... ¿Vosotros me podíais ayudar? ¿No te acuerdas de mi? Sí, ¿Verdad? Qué gracia el volvernos a encontrar aquí otra vez. He pensado mucho en vosotros; lo cierto  es que siempre fuisteis un poco extravagantes. Pero yo no, no te creas, yo os defendía a capa y espada, en el fondo le dabais vidilla al asunto y aprendíamos muchas cosas con vosotros. Y ¡Qué valentía la vuestra! La verdad es que me parece que faltan muchas comodidades para el barco en este país, más marinas, más tiendas, no sé como explicarlo... Y ahora, con ese gobierno radical que tienen, qué desastre ¿No? Pero no hablemos de política que está mal visto, no sea que tu me digas que a ti sí te gustan los comunistas prosoviéticos esos de Varufucker, ja,ja, y tengamos el lío montado. Ale, vamos a tomar una cerveza y me cuentas que sitios hay para ver por aquí y me recomiendas alguna tabernita del puerto, de las que solo tu sabes.

Me guardo el secreto de los soberbios placeres sencillos, del viento terco, de las nubes negras y azules, de las aguas saladas que he vivido, aguas que dejaban en las manos el recuerdo de una felicidad inmensa, como dijo Yiorgos Seféris ¿Qué saben ellos de eso?






Στίχοι: Γιώργος Χρονάς
Μουσική: Γιώργος Καζαντζής
Πρώτη εκτέλεση: Λιζέττα Καλημέρη


Τι ξέρεις για τον καιρό γι αυτόν τον άνεμο
την κάθε της ματιά που γυρνάει και σβήνει
τι γνώριζες γι αυτή για τα χείλη της
την κάθε της φωτιά που γυρνάει και δίνει

Ήτανε αέρας πάντα σύννεφο σκοτεινό
δεν τη βρίσκεις δεν τη φτάνεις
ψάχνει το χαμό
Ήτανε αέρας πάντα σύννεφο βιαστικό
μες σε τρένα μες σε πλοία
κλαίει το χωρισμό

Τι γνώριζες γι αυτή για τη μάνα της
την κάθε της σιωπή πριν τραγούδι γίνει
τι γνώριζες γι αυτή για το γέλιο της
την κάθε της φωτιά που γυρνάει και δίνει

Ήτανε αέρας πάντα σύννεφο σκοτεινό
...

Era el aire
Letra y música: Yiorgos Kazantzis
Canta: Lizetta Kalimeri

Qué sabes del tiempo, de ese viento
de cada mirada suya que gira y se apaga
Qué sabes de ella, de sus labios
de cada fuego suyo que regala y vuelve.

Era siempre aire, una nube oscura
no la encuentras, no la alcanzas
busca tu perdición.
Era siempre aire, una nube apresurada
en los trenes, en los barcos
llora la separación.

Qué sabes de ella, de su madre
de cada silencio suyo antes de que se haga canción
Qué sabes de ella, de su risa
de cada fuego suyo que regala y vuelve

Era siempre aire, una nube oscura
...



Sostiene María

$
0
0
Sostiene María que esto no hay quien lo sostenga.

Hay razones de peso para subir a la montaña de Lefkada al anochecer. Podrían ser las vistas sobre el archipiélago al crepúsculo, recorte de islas negras sobre mares en calma, podría ser ver el monte en su plenitud nocturna, cuando seres vivos se preparan unos para el descanso otros para la caza, podrían ser unas albóndigas. Pero en primavera, si te interesa un espectáculo luminoso, tienes que subir por las luciérnagas voladoras. Cuando la penumbra comienza a sombrear lo oscuro con más oscuro y el azul profundo con negro, entonces y solo entonces comienza el bosque a mostrar chispas y lentejuelas, destellos sutiles y desapercibidos que poco a poco te encantan y te conducen a un cuento pequeño. Si no existen las hadas ¿Qué es esto? Vuelan aquí y allá, sin previo aviso, se esfuman, se agrupan, flotan; dejan los arboles tan llenos de estrellas como un cielo de purpurina. Centellas fugaces que persigo a manotadas sin alcanzarlas. Si no fuera por las serpientes y las tarántulas, me quedaría quieta a esperar al alba sin respirar. Soñar que se vive en un sueño.

Sostiene Maria que yo vine aquí por sus keftedakia. Sí, eso es verdad, pero no solo, que también los genios me llamaron con sus flautas. Pero fundamentalmente es que charlar con ella es un placer, la ninfa buena y amable del bosque; la de las bolitas de hierbabuena y albahaca.  Y sin hacerse de rogar, a los postres te canta la canción del sol y la luna, mientras mira al techo donde los tiene dibujados; para no perderlos de vista. Sostengo, María, que cenar en tu taberna contigo es un honor impagable.

Cuando la conocí cuidaba a una cría de búho que se había caído de un árbol. Atado con una cinta de raso rosa en una pata para que no escapase. María lo lanzaba al aire entre risas sujetando la cinta con una mano. -Tiene que aprender a volar. ¡Vuela!-  No supimos qué pensar, si era locura o sadismo; el desdichado pájaro se daba unos morrones descomunales. Nunca supo volar porque lo mato un gato.

- Era un gato “agrio”.- Dícese en Grecia por salvaje. Lo contó con una cara de misterio;  bajito y exquisitamente pronunciado lo de agrio; que nos hacía imaginar un tigre de Bengala furibundo.- Se lo comió. 

Desde entonces, subir para ver luciérnagas, búhos y albóndigas mentoladas es visita tan obligada como el Partenón en Atenas.




Sostiene María que ha llegado a un punto en que ya no se creen nada. Que ningún futuro es peor al que están viviendo.
- En Atenas. Aj, en Atenas vi a un viejito empujando a un coche con un bebé mientras buscaba en las basuras para darle de comer.
Y nosotros, haciéndonos pasar por abogados diablescos, le argumentamos que fuera de Europa quizás sería una catástrofe. ¿Más? Sostiene María. Sostiene que es posible pero que no importa. Que los griegos como ella están cansados de que les llamen vagos y tramposos. Cuando tiene extranjeros a la mesa; de hecho su local es muy famoso entre la población germana que vive en la isla; no quiere ni oír hablar del tema.
- No comento con ellos nada aunque me hagan alusiones o indirectas. Después de levantarme a las 6 de la mañana para regar el huerto, recolectar la verdura, limpiar la taberna, bajar a comprar, cocinar y servir las mesas, si me dicen que somos indolentes y mentirosos no sé qué les haría. Me pregunto por qué se han venido a vivir aquí, si es qué Grecia no les gusta.-  Sostiene María, como Diógenes, que le quitan el sol y le hacen sombra. Sombras alargadas y pálidas de bárbaros norteños con garras afiladas que se cierran sobre su cuello sin darle descanso.

Sostiene María que Tsipras es un buen chico y que ella quiere que todo le salga bien para que no se vaya, porque es el primer presidente del gobierno honrado y que no les roba.  Sostiene María que ha trabajado desde que tiene uso de razón y que religiosamente todas sus facturas e impuestos. Sostiene María que es muy doloroso que en Europa los traten como apestados. Y que digan eso de que España no es Grecia ¿Por qué? ¿Es un deshonor? 

Y cuando me marcho me da un abrazo emocionado que me levanta en vilo, como un éxtasis de tebeo de  "vidas ejemplares";  y comienza el baile de luces, en el bosque y en mi cabeza. La bruja buena te hechiza con sus mimos y carantoñas ; te pone polvos en las albóndigas para que te quedes turulato por siempre y no pienses más que en volver a sus dominios. Sostengo.




 Ορφέας Περίδης. Παραμύθι

Τον ήλιο το φεγγάρι τη θάλασσα
ρωτάω μην την είδαν αντάμωσαν
κι ο ήλιος μου απαντάει απ'το βουνό
θα φέξω όλο τον κόσμο και θα τη βρω

Μου λέει το φεγγάρι και μου γελά
στης μάνας της κοιμάται την αγκαλιά
εγώ θα την ξυπνήσω όταν τη δω
εμένανε μ'ακούει σαν της μιλώ

Κι η θάλασσα μου λέει απ'τα βάθη της
εσύ θα 'σαι για πάντα η αγάπη της
τα κύματα θα στείλω του ωκεανού
να παν να της δροσίσουν καρδιά και νου

Κι η θάλασσα μου λέει απ'τα βάθη της
εσύ θα 'σαι για πάντα η αγάπη της
εγώ όλα τα ενώνω να σε χαρώ
τα δυο τα κάνω ένα γη κι ουρανό

Cuento
Letra y música: Orfeas Perídis

Al sol, la luna, el mar
Pregunto si la vieron
Y el sol me responde desde los montes
Iluminaré todo el mundo para encontrarla

Me dice la luna y se ríe
En los brazos de su madre duerme
Yo la despertaré cuando la vea
Ella me escucha cuando le hablo

Y el mar me dice desde sus profundidades
Tú siempre serás su amor
Te mandaré las olas de los océanos
Para le refresquen el corazón y el espíritu

Y el mar me dice desde sus profundidades
Tú siempre serás su amor
Lo uniré todo para agradarte
De la tierra y el cielo haré uno.





Al desguace con la belleza

$
0
0
Ayer leía una noticia en un periódico griego, To Bima,  un artículo que me llenó de tristeza. De los 17.500 barcos de pesca tradicionales que hay en Grecia, 7.500 tienen que ser desguazados. Desmembrados. Hechos pedazos. Kaiques y Tratas, los pesqueros ancestrales de madera, deben ser reducidos a serrín por una normativa comunitaria. El objetivo es disminuir la flota en aguas mediterráneas para intentar atajar la sobrepesca. Sus propietarios se enfrentan bien a cambiar de profesión, bien a cambiar de bandera, bien a adquirir barcos más grandes. Ahí no pillo bien esa normativa ¿Es de suponer que uno grande esquilma menos que dos pequeños? O quizás es todo cuestión de una media ponderada, la estadística de que del pollo que nos comimos a medias me lo zampé yo sola mientras tú mirabas.
Es un hecho ineludible que como no pongamos coto a desmanes pronto el Mediterráneo será un charco sin vida y que estamos obligados a idear todos los medios a nuestro alcance para evitarlo. La pesca indiscriminada de alevines, con la consiguiente ruptura de la cadena reproductiva de muchas especies, ha borrado del mar muchas variedades antes abundantes. La mejor forma de evaluar la presión pesquera en una zona es mediante el “esfuerzo pesquero”;  el  producto de la capacidad; número de licencias y tamaño de los buques, y de la actividad; el número de días que un buque pasa en el mar. Pero todas estas entelequias, con fórmulas que yo alguna vez estudié, manejadas en un despacho de Estrasburgo, poco tienen que ver con la cultura y con la vida. No dudo de la buena voluntad de los funcionarios que redactan estas leyes, pero el ver el mundo a través de una pantalla y unas letras ordenadas y justificadas puede tener graves consecuencias colaterales.




La desaparición de esta forma de construir artesanal, que viene evolucionando desde los tiempos de Homero, es también la extinción de  una forma de vida de muchas islas; de hecho no había isla orgullosa de su nombre que no luciera un astillero; donde calafates y carpinteros de ribera, maestros y aprendices, gubias y formones iban dando rienda suelta a los sueños marinos de unos árboles que estaban resabiados en estas cuestiones, de tanto mirar al líquido elemento. De aquí salieron las naves de cóncavas proas que conquistaron tantos puertos y corazones; que llenaron de colorines un mar azul como pocos. Ya he hablado de ellas con antelación.

La mayoría de estos barcos griegos de madera condenados a muerte son de tamaño medio y suelen faenar en aguas costeras, alejándose solo a altamar cuando las condiciones son muy bonancibles. Sus métodos de captura son tradicionales y normalmente carecen de la electrónica sofisticada de las grandes naves que se construyen hoy, capaces de oír el suspiro de un pez a 50 millas. También hay que tener en cuenta que  este Marenostrum no es tan nostrum como quisiéramos, sino más bien es probable que lo que diga Europa se le dé una higa a una gran mayoría de países ribereños que piensa seguir pescando con lo que haga falta. Dinamita o bombas nucleares, lo necesario para sobrevivir. Es decir, a veces dudo que la medida provoque algo más que la perdida de estas joyas marineras que alegraron los ojos de muchos. Todo seguirá igual, pero si ellos. Todo será más triste.

El vídeo que os muestro a continuación está en griego, así que los que no conozcan el idioma pueden ir directamente al minuto 10:56. Advierto de antemano de que puede herir la sensibilidad de algunos.



Lo más importante y amargo de todo es que estos barcos eran bellos y elegantes; atributos ambos muy preciados y con una reproducción tan delicada que colapsan y se extinguen con facilidad. Con rapidez se llena el mar de especies oportunistas de plástico y fibra, salidas de moldes facilones y fabricación en serie. Cardumenes de chárter sin diferencias, todos uniformes, efectúan sus puestas cada sábado y conquistan el lecho ecológico que dejaron estas maravillas. Sin estos barcos se desdibuja el Skyline griego, tan lleno para mi de frisos y de columnas como de proas altivas con peces dibujados en sus amuras.



Θανάσης Παπακωνσταντίνου - Η τράτα
Με μια τράτα ολόχρυση
με σουρωτήρι πάτο,
στο σκότος πλέει αβύθιστη
με πλήρωμα φευγάτο.
ψαρεύει αναστεναγμούς
και τους πουλάει στ'αστέρια.

Ωρέ η βάρκα μας, γκιόσα
Αντί πανιά πουκάμισα
και για κουπιά τα χέρια,

ωρέ η κουρελού, γκιόσα.
Βρε πότε 'δω και πότε αλλού
μες τα πελάγη τ'ουρανού.
Ωρέ πότε 'δω και πότε αλλού
η βάρκα μας η κουρελού.

Χιλιάδες μάτια την κοιτάν
καρδιές την προσκυνάνε,
κι όσοι παραλογίζονται
που πάει τη ρωτάνε.

Πηγαίνω μεσοπέλαγα
με τ'άλμπουρα της νίκης,
για να χτενίσω τα λυτά
μαλλιά της Βερενίκης

Ωρέ η βάρκα μας, γκιόσα…

Φεγγάρι παλιοφέγγαρο
φεγγάρι μεταξένιο,
τη νύχτα κάνεις φωτεινή
κι εμένα αλλοπαρμένο.

Οι πρώτοι και καλύτεροι
σε ψάχναν στα ρυάκια,
κι εγώ από τη Λάρισα
σου στέλνω τραγουδάκια.

Ωρέ η βάρκα μας, γκιόσα…

Thanasis Papakonstantinos. La barca de arrastre
En una barca dorada
Con los fondos como un colador
En la oscuridad navega insumergible
Sin tripulación.
Pesca suspiros
Y los vende a las estrellas.

Nuestra barca, vieja
En vez de velas una camisa
Y por remos las manos

Nuestra jarapa, vieja
Ahora aquí y luego en otro sitio
Por los mares del cielo
Ahora aquí y luego en otro sitio
Nuestra barca, la jarapa

Miles de ojos la miran
Los corazones se postran
Y los irracionales
Le preguntan dónde va

Voy a altamar
Con el aparejo de la victoria
Para peinar los sueltos
Cabellos de Berenice

Nuestra barca, vieja…

Luna vieja, luna de seda
La noche haces luminosa
Y a mí volverme loco

Los primeros y los mejores
Te buscan en los riachuelos
Y yo, desde Larisa
Ten envío cancioncillas.

Nuestra barca, vieja…

La alegría de vivir. Grecia

$
0
0
En la playa, suceden cosas interesantes.
Una llamada del proedros y ya estábamos abajo. El proedros es el secretario del pueblo. La llamada es por tam-tam. Es decir; el proedros llama a la tabernera que como tiene el local en medio del pueblo sale a  terraza y empieza a vocear:
- Anaa
- Sí
- Que dice el proedros que bajes a la playa
- ¿Para qué?
- Ni idea. Algo pasa con un barco.
No sé qué nos imaginamos. Naves a la deriva, pecios, corsarios, invasiones por mar, un ataque de tiburones sanguinarios, avispas asesinas, gatos rabiosos, arañas peludas ¡Ha llegado el fin!
Cogimos el coche y nos despeñamos durante un kilómetro entre precipicios para llegar a la playa, donde todo, aparentemente, permanecía en calma; las barquitas flotando, los arboles serenos, las sillas esperando traseros  y las mesas ordenadas en fila. El coche viejo del viejo Kosta, el coche destartalado del destartalado pescador oficial, Vangelis, y el coche del proedros, que aunque se llama Spiros hace años que no se oye pronunciar su nombre.  Es secretario desde tiempos  homéricos y su nombre de pila solo lo mienta su madre, en circunstancias muy solemnes, casi aterradoras. Lo normal es que todos le saludemos con un simple
- Eh ¡Proedre!
Deslumbraba, ya desde arriba, el blanco de un catamarán de unos 14 metros amarrado entre  rojos y amarillos de redondeadas amuras y azules agua de una tarde apacible. Era curioso que no se hubiera colocado en cualquier otro sitio que no implicara ir sorteando obstáculos de botes y amarras, pero el patrón había visto el pequeño muelle que utilizan los pescadores para aproximarse cuando trapichean con sus redes y se había puesto nervioso. Sólo es un volado de cemento, sobresaliendo de la roca, como una mano abierta que desafía las leyes temporales, gravitatorias y meteorológicas; una plataforma obstinada que sigue en pie año tras año mientras hacemos apuestas sobre cuando caerá. Pero él vio el “muelle”, pensó en lo estupendo que sería en bajar a tomar una cerveza sin mojarse y allá que fue como un obús. La maniobra, toda una obertura rossiniana.
- Os he llamado porque hoy tenemos juerga.
- Ya veo.
Los tres estaban sentados en una mesa sorbiendo sus pajitas de café frapé. Vangelis, que suele hablar con coloratura, como si fuera el gallo Claudio, les decía que más fácil si se iban al otro lado, pero se lo decía con su sube y baja declamado y en griego. El patrón le respondía con una mirada de desprecio y aires de tunosabesquiensoyo. Siguieron sorbiendo sus pajitas.
A mí me admira el temple que tiene estos griegos; aquel mastodonte moviéndose bajo maniobras de torpes manos entre sus barcas me daba espanto. Si hubiera sido mi barco me hubiera tirado a degüello. Ellos sorbían pajitas.
¿Cuántos caballos tendrá? ¿Cuánto cala? Como lleva dos motores debe de girar en el sitio ¿Por qué hace eso? ¿Dónde habrá sacado el título? Si tira ahí el ancla enganchara todos nuestros muertos. ¿De donde será? ¿Por qué le chilla tanto a su mujer? Se habrá enfadado con ella.
Consiguieron amarrar el barco tras mucho esfuerzo y se quedó allí como un Gulliver grotesco en un Liliput de cascarones balanceantes. Bajaron en un exabrupto a tomarse una cerveza casi al gallete para seguir su periplo de mil calas en 6 días. Todo un estrés.

El trío había terminado sus cafés y ante la falta de espectáculo se disponían a salir cada uno por un lado, pero el aguerrido capitán ¿De dónde salen estos capitanes? quiso hacer una demostración de su valía marinera. Soltó las amarras y dio avante con los dos motores, de dos hélices para ser más exactos, en vez de cobrar el fondeo para alejarse despacio ¿Qué podríamos esperar? Enganchó la tela de araña con la que tejen los pescadores las amarras de sus barcos y se quedó tieso como un jamón. Se pararon los motores y las risotadas se oyeron en Itaca; sobre todas las de Vangelis que tiene risas de tres octavas. Y Kostas impertérrito viendo como la auxiliar que utiliza para llegar a su Dina, su barca en mayúsculas, sucumbía bajo el tirón de la amarra enredada en la hélice del héroe vespertino.

- La va a hundir.

Pidieron otro frapé y continuaron riendo a moco tendido. Mucho más cuando el capitán se tiró al agua con un puñal en la boca, en ese momento nos caímos de las sillas.

Me dieron una lección; la vida no hay que tomársela tan en serio ni a brazo partido es tan simple como verla pasar.


Una dedicatoria a aquellos que siembran cizaña y piensan que Grecia se acaba en sus telediarios.

Calabacines con sentimiento

$
0
0
Los tiempos son duros y todos los que tienen un pequeño trozo de tierra se han puesto a plantar hortalizas y a dejar corretear gallinas ponedoras, picadoras  y escampadoras de porquería. Como todo agricultor sabe, las verduras no salen por demanda, si no cuando les toca fructificar, así que un mes te puedes encontrar con la despensa llena de berenjenas y al mes siguiente enrojecida por el zumo de tomate triturado. Ahora es el momento de los calabacines. Está siendo un año de buena cosecha.

Si vives en un pueblo y tienes buenos amigos lo normal es que te paren y te digan: tengo unos calabacines para ti. Muchas gracias les respondo, me encantan. Así que abro la nevera y se me caen todos encima.
Me hace gracia, porque te los dan a escondidas. No creo que se deba a que otros vecinos puedan sentirse celosos. Realmente, la única persona que no cultiva calabacines soy yo, todos tienen los suyos. Así que pienso que la clandestinidad se puede deber al temor de que los propios no sean tan gordos y brillantes como los del otro, con las flores tan tersas o las pieles finas y el dadivoso pueda ser considerado como un pésimo agricultor. Abro la nevera y los tengo de todos los tamaños, acostados unos sobre otros, como las botellas de buen vino, con sus florecillas como plumeros amarillos. Uff ¡Qué voy a hacer con vosotros!

He repasado y ejecutado todo la farmacopea calabacitil: rellenos de carne, con salsa de avgo-lemono, flores rellenas de arroz, fritos, en tortilla, con queso. Para no volver a empezar desde el principio, como el CD de un coche en un viaje largo, esta noche voy a inventarme una receta para dar salida a unos cuantos. Los voy a cubrir con una bechamel de mejillones y al horno. No sabía cómo titularlos, por si me salen buenos y tengo que volver a repetirlos, es necesario poder dirigirme a ellos con un nombre. ¿Calabacines del No? ¿Calabazas para Europa? ¿Calabacines a la importancia? ¿Mejillones en carroza? ¿La furia del Eurogrupo? ¿Calabacines enrojecidos de la vergüenza por la prensa tendenciosa? Pero creo que he dado con el apelativo: Calabacines a la Varufakis;o Varukolokizakia que suena mejor en griego. Así, cuando invite a cenar a algunas amigas mías, estoy segura de su aprobación casi sin llevarselos a la boca.

¡Qué bueno!

Pero no solo por eso. Si no porque creo que el gesto de hoy de este político es el digno colofón a una semana de nervios, rumores, desdichas, mentiras y una decisión rotunda a no ser humillados más. Se merece un buen plato histórico de sencillos ingredientes, tal que el pollo Marengo del famoso Napoleón; ese que ideó su cocinero con los pocos víveres que encontró en el campo de batalla. Como se lo merecen todos los griegos, cultivadores o no de verduras. Porque cada vez me emocionan más y me siento más cerca de ellos y de sus calabacines, de su pobreza compartida, de su miseria sonriente, de sus gustos humildes. A todo esto, espero que me salgan bien para estar a la altura de las circunstancias y no me tenga que arrepentir de la dedicatoria y tener que buscarles un nombre de última hora.

Mientras escribía estas notas han llamado a la puerta. Era Kostas, mi viejo amigo pescador últimamente retirado del mar y reconvertido a la agricultura de autoconsumo. Me ha dado una bolsita llena a rebosar y me ha dicho.

- Toma, esta es vuestra parte.
- ¿Nuestra parte?
- Sí, porque vosotros sois de los míos, tanto como mi familia.

Me he quedado inmóvil, sin poder hablar y he metido la cabeza de lleno en la bolsa, como queriendo captar el aroma de la fruta recién cortada. El plástico se inflaba y se desinflaba con mi respiración. Todo antes de mostrarle las lágrimas que me salían solas y sin llamarlas.

Afortunadamente entre muchos calabacines había un pepino y podré hacer ensalada, pero no tengo más remedio que idear otro plato para mañana. Lo titularé calabacines sentimentales, como si fueran unos nocturnos de Chopin. Se admiten sugerencias.

Calabazas de agosto


Casi no llegamos al concierto

$
0
0
Comenzó la caída del rocío sobre las ramas de los árboles y sobre las piedras desgastadas de lo poco que quedaba de un monasterio. La ausencia de brisa dejaba arder llamas verticales y limpias que subían de cada vela, colocadas en fila en el escenario, en los escalones, bajo los pequeños iconos de la capilla abierta de par en par esa noche; iconos ortodoxos de miradas sesgadas y enigmáticas. El pope daba sus últimas bendiciones mientras los tres músicos y la cantante se disponían bajo un cielo aun de raso y con alguna estrella impaciente como nosotros. La electricidad era palpable y hacía saltar chispas a cada movimiento. Era el domingo 12 de julio y mientras nosotros escuchábamos a Ludovikos ton Anogión, el futuro del país se debatía a puerta cerrada a muchos kilómetros de aquí. Presentíamos que aquella noche era única y última;  la última de algo que nadie se atrevía a nombrar.
Este músico y compositor cretense es de los favoritos de mi amiga María. Cuando, saltando y palmoteando, me dijo que actuaba en un monasterio medio abandonado del bosque, no lo dudé un segundo y le dije:

- Esa tarde cierras la taberna, venimos a por ti y nos vamos dando un paseo por el campo.
- Sí. Y me pondré mi vestido blanco.

Se enfrascó en sacar y colocar todos los CDs que tenía de él y disponerlos alrededor de la foto enmarcada del cantante, como en un altar. A ella misma le dio un ataque de risa.
Cuando llegué la tarde del concierto y vi toda la taberna llena de gente la miré y sin esperar mi pregunta respondió:
- Tenían sed y ¿Qué iba a hacer yo?- Se arrimó a mi oído y me dijo en voz baja- Después del concierto vienen los músicos a cenar a mi taberna.- Destapó unas cacerolas y me admiré de los exquisitos platos que había estado cocinando; empanadas de calabacín y menta, flores rellenas de arroz, pollo al limón.- ¿Le gustará al cretense? ¿Tú que crees?

El teléfono no paraba de sonar. Que si periquito tiene hambre y hay que subirle un bocadillo al monasterio, que si a Juanito, montando el escenario, se le ha caído una piedra en el pie y necesita una tirita, que si zutanito quiere agua. Andaba por allí Stelios, un amable vecino que a veces aparece en la taberna a ayudar, a cambio de que le dejen darle un buen tiento a la nevera de las cervezas. Subía y bajaba Stelios con todos los recados, pero cuando llamaron pidiendo Frapés, primero se negó en redondo, luego me miró y por último, con ese alegre desparpajo que tienen los griegos, para los que pocas veces algo es considerado imposible, nos dijo:

- Yo llevo el coche y vosotros los cafés.

No rechistamos. Nos metimos en el automóvil abrazados a unos vasos bailarines y salpicantes, mientras él se encargaba de pillar todos los baches, subirse en todas la piedras y tomar las curvas lo más deprisa posible. Cuando llegamos, la mayor parte del café la llevábamos encima pero a nadie pareció importarle. Las sillas estaban dispuestas, las velas colocadas y el escenario preparado.

Volvimos a la taberna para darle el primer aviso a María, pero estaba desolada. Acababa de descubrir una mancha en su vestido y sin pensárselo dos veces lo había lavado y colgaba chorreando de un árbol en medio de las mesas, donde todavía daba el sol. Los clientes que pasaban indudablemente se enredaban en sus flecos.

- Si no se seca me lo pondré mojado.

El teléfono seguía sonando y yo comenzaba a impacientarme mirando el reloj. Pero con la última llamada, María se había puesto lívida y se aferraba al auricular mientras canturreaba una canción. Colgó y casi no hablaba.

- Era él, Ludovico. Me ha preguntado ¿De qué color es el amor? Y luego me la ha cantado bajito.- No hubo forma de que se recuperara, flotaba como un algodón de campo mientras me preguntaba al oído- ¿Tú sabes de qué color es el amor?
- Rojo, María. Como el de la rabia que nos va a dar como no lleguemos al concierto.

Conseguimos embutirle el vestido mojado y cerrar sus pulseras finas. Se pintó ojos y labios, coloreó sus mejillas y tras media hora de mirarse al espejo; tiempo que decidimos pasar compartiendo con Stelios parte de la nevera; apareció en la puerta como una sacerdotisa blanca. Se agarró a nuestro brazo y nos fuimos. Nos paramos a saludar a todas y cada una de las personas con las que nos cruzamos.

- Stelios ¿Te vienes?
- No, me quedo a controlar las brasas. Dijo mientras buscaba el abrebotellas.


Llegamos con las últimas bendiciones y las primeras notas. Comenzó la melodía y un gran silencio. Entre canción y canción Ludovico contaba chistes y María se desternillaba. Con el inicio de los primeros compases de cada balada, María me agarraba el brazo hasta gangrenarlo; luego lloraba mientras canturreba bajito. Así se pasó la noche; llora que te llora, rie que te rie Algunos gritaban Viva Grecia, otros hacían coros con una estrofa sobre el Sí y el No. Nos emborrachamos con el encanto. Al día siguiente nos sorprendió la resaca.





Tο χρώμα της αγάπης
Μουσική - Στίχοι: Λουδοβίκος των Ανωγείων
Ερμηνεία: Λιζέτα Καλημέρη

Ποιο το χρώμα της αγάπης
ποιος θα μου το βρει

Να 'ναι κόκκινο σαν ήλιος
θα καίει σαν φωτιά
Κίτρινο σαν το φεγγάρι
θα 'χει μοναξιά

Να 'χει τ'ουρανού το χρώμα
θα 'ναι μακρινή
Να 'ναι μαύρο σαν τη νύχτα
θα 'ναι πονηρή

Ποιο το χρώμα της αγάπης
ποιος θα μου το βρει

Να 'ναι άσπρο συννεφάκι
φεύγει και περνά
Να 'ναι άσπρο γιασεμάκι
στον ανθό χαλά

Να 'ναι το ουράνιο τόξο
που δεν πιάνεται
Όλο φαίνεται πως φτάνω
κι όλο χάνεται

Ποιο το χρώμα της αγάπης
ποιος θα μου το βρει

El color del amor
Letra y música: Ludovicos ton Anogión

¿Cual es el color del amor?
¿Quién me lo puede decir?

Si es rojo como el sol
Quemará como el fuego
Si es amarillo como la luna
Tendrá soledad

Si tiene el color del cielo
Estará muy lejano
Si es negro como la noche
Será malvado

Cual es el color del amor…

Si es una nube blanca
Irá y vendrá
Si es un blanco jazmin
Se marchitará

Si es un arcoíris no podre atraparlo
Siempre parece que lo alcanzo
Pero se escapa

Cual es el color del amor…

Cosas de cabras

$
0
0
Que todo vuelva a ser como al comienzo
En los dedos, en los ojos, en los labios
Y dejar la vieja enfermedad
Como la camisa que dejan las serpientes
Amarilla entre los verdes tréboles.
Yorgos Seféris

Cuando las cabras andan por los riscos a veces sucedan cosas indeseadas. Hay playas en Lefkada, de un azul apabullante, de cantos pulidos, redondos y blancos en la orilla, donde se puede correr un peligro inimaginable. El traspiés de una presurosa cabra, saltando de mata en mata, desprende un piedra que resbala dando tumbos por las paredes. Con el impulso que va tomando en su caída, acelera, se precipita con fuerza y choca con los acantilados, desgajando esquirlas y rocas que se suman al tumulto, colisionan a su vez y desatan la debacle de piedras estrelladas contra piedras de la playa que saltan y se sumergen en el azul apabullante del que hablaba. Como el sordo descorchar de una botella espumosa, a un clinc, le sigue un pam y un potoplom de trozos de montaña que se vienen abajo en un alud. Arriba solo el sonar del badajo del rebaño inocente, balando como si el mundo inferior no se desplomara bajo sus pies. Si no eres precavido, una sola cabra puede acabar con tu vida.
Miraba yo las piedras caer. Pensaba en cómo se magnifican las cosas; de una simple piedra a un exponencial estruendo. Y como unos pensamientos llevan a otros sin aparente conexión, acabé meditando sobre cómo ha cambiado esta isla desde que la conocí hace ya muchos años.
La tranquila belleza de este paisaje pasó mucho tiempo desapercibida a los turistas. De hecho Lawrence Durrell escribió de ella que era una isla carente de interés frente a la hermosa Corfú. Un poco presuntuoso, pienso, o quizás falto de tiempo para recorrerla, o pluma rápida; nadie que la conozca puede hacer una afirmación tan superficial e inexacta.
Esta isla fue realmente descubierta por los navegantes que pasaban por aquí en su viaje a las islas griegas, sin percibir que esto ya era una isla y ya era Grecia, y al recalar en alguna bahía en su derrota, se quedaban boquiabiertos ante el paraíso terrenal. Tantas millas para confesar que el famoso poema de Kavafis tenía más verdad en un verso que cientos de derroteros aprendidos de memoria. Yo, después de tantos años y pese a mis creencias, a veces sospecho que en estas islas existe la mano de un  “diseño inteligente” y que realmente son un Disney-archipielago para navegar en familia.
De estos principios  hippies al gran público, la rusa millonaria que se compró Skorpios, los enormes yates o  los  fotones remarcables de Instagram disparados desde ferries y cruceros, enfocando siempre la misma ermita, han pasado unas décadas. Pero Grecia se apiada de nosotros y hace que las cosas vayan lentas; las buenas, pero también las malas. Y si el ser humano tiene una extraña obsesión de ver levantarse una casa allí donde le sorprendió la belleza de una tierra inmaculada, yo veía que la isla se resistía a que le aparecieran construcciones como el moho de un pan bueno. Pero…la piedra primero cae…luego libera otras piedras. En los últimos tiempos las viviendas han tomado carrerilla y avanzan como ejércitos insensibles entre la maleza y los bosques. El otro día me comentaba una amiga de Itaca que el clamor popular ha conseguido parar la construcción de una urbanización de estilo “micénico”. ¿Hasta dónde aguantarán? No lo sé.

Hay que aclarar que para construir una casa de 100 metros cuadrados aquí, hace falta excavar la montaña; siempre en pendiente; hacer un camino; siempre en zig-zag, y explanar medio monte para asentar los cimientos potentes de estas construcciones reglamentadas por una normativa antisísmica muy escrupulosa. Es decir para hacer una villa que se habita a lo sumo 2 meses en verano hay que destrozar medio bosque. La calva que dejan en el monte de este paisaje tan verde se ve a la distancia y perdura con los años, a pesar de que la vegetación indómita se empecina en lo contrario.


La crisis actual creo que le ha dado un empujón a la cabra. Los griegos, incluso los humildes, suelen poseer numerosos terrenos heredados de generación en generación. Como no se tributaba por ellos los mantenían sin problema y gracias a ello encontrabas esas islas virginales, sin edificaciones; repletas de rebaños autónomos que pastaban a su antojo. Al aplicarles de golpe un impuesto sobre la propiedad, muchos no pueden pagarlo y acaban vendiendo. La mayoría de los compradores son extranjeros. Poco  a poco, como hacen las hormiguitas, se va cimentando el hormiguero.
La explosión del turismo náutico en la zona ha sido exponencial. Es una de las periferias; provincias en Grecia, que más ingresos perciben durante el año y que hasta se ha permitido hacerle préstamos al gobierno central, en bancarrota. No solamente son los propietarios de barcos de toda Europa que vienen a conocer el archipiélago y que gastan su dinero en tabernas, mecánicos, veleros, varaderos y supermercados;  si no los miles de barcos de alquiler que todas las semanas aparecen como un estallido de velas blancas corriendo en pos de calas ignotas. No conozco a mucha gente que esté en paro en la isla.
Todo tiene que tener un límite, a partir del cual la naturaleza dice que ya no puede más, pero cuando alguien me pregunta si prefiero barcos o casas, la respuesta es evidente: los barcos en invierno se retiran y dejan al agua renovarse, las casas permanecen para siempre, mostrando la vergüenza de nuestra soberbia, vivir unos días ahí donde no llega nadie. Y les muestro el ejemplo español, pan para hoy, hambre para mañana. Y bocadillo para las grandes constructoras.
Así que tras la publicación, emocionante, de que en el cometa 67P  la nave Roseta ha identificado compuestos orgánicos capaces de sintetizar moléculas primordiales fundamentales para la vida, como los aminoácidos, fantaseo sobre la posibilidad de recrear una evolución parecida a la nuestra. Pero enseguida me invade la desazón de imaginar, con el tiempo, a un cometa dando vueltas al universo transportando una Marina D’or llena de turistas en su superficie.

El baile del águila

$
0
0
Desperté soñando que una melaza empalagosa y mórbida manaba de las montañas como una lava suave y se extendía lentamente por los prados, subiendo los troncos de los árboles, trepando a las copas de los cipreses, con el rayar del alba grisácea le daba al momento un toque irreal. Pero no fue realmente un despertar, si no ese estado ilusorio que existe entre el sueño y la vigilia en el que los sentidos intercambian sensaciones entre ellos. No era un manantial de mermelada si no el sonido dulzón de un clarinete que acompañaba una voz rasgada y destemplada, entonando una melodía repetitiva. ¡Qué exagerados que son! Eran las 6 de la mañana. Decidí acercarme a la plaza para ver quien cantaba y quien bailaba a esas horas azules.

El 15 de agosto es una fiesta muy especial en Grecia. Es como nuestra Virgen de Agosto, días de festejos y verbenas, pero para los griegos es tan importante como la Pascua o las Navidades; momento de desplazarse a las islas y los pueblos de los abuelos y de reencontrarse con familiares y amigos que hace tiempo que no se ven, comentar las novedades, constatar cómo han crecido los niños, quien ha emigrado, quien ha conseguido volver. Para los habitantes de los pequeños pueblos son días de mucha felicidad porque logran ver la pequeña villa, casi abandonada en invierno, bullendo otra vez con gente, como en los buenos tiempos. Pero sobre todo son noches de música, de pinchos a la brasa y de bailar hasta que el cuerpo aguante.

Cuando me arrimé al escenario los músicos  se tambaleaban cansados al compás de la canción y un solo bailarín permanecía en la pista. Era un hombre delgado, con el pelo cano y unos bigotes enormes. Vestido como los camareros de antaño; camisa blanca remangada, pantalones negros y zapatos acharolados de cordones que relucían con sus pasos de baile, iluminados por las bombillas festivas de colores. Danzando con los brazos en alto y la cabeza gacha. Concentrado en su coreografía como si no hubiera más en el mundo que esos gestos y esa composición que ejecutaba; ni amanecer, ni fiesta, ni gente dormitando sobre las mesas. Bailaba solo, para sí mismo, con una incomunicación solemne.

Los griegos suelen bailar en corro como un estado de comunión con los amigos. Bailar, pueblo y país tienen la misma raíz. El baile tiene un sentido ancestral de intercambio y unión entre los bailarines. Nada nuevo, se baila de esa forma en muchas partes del mundo. Solo el que lleva la voz cantante, el primero de la fila, se permite hacer filigranas diferentes a las del resto del grupo. Apareció mi amiga Sula, de 80 años, toda vestida de negro; con el menguar de los años parecía una hormiguita oscura entre un coro de patosos elefantes. Los llevó a todos por la calle de la amargura bailando una danza antigua; de sus mozos tiempos; que nadie conocía también como ella. Le aplaudieron a rabiar. Yo también salí, he de confesarlo, y resurgí airosa del trance. Pero eso fue a primera hora de la noche, con el pasar de las horas, solo quedaron los resistentes.



El viento del alba levantaba los vasos de plástico que giraban en el suelo y en las mesas como el solitario danzarín y las brasas aun no extinguidas de la hoguera de suvlaquis ascendía hacia el cielo ahumando a las pobres lechuzas que no habían osado a dar un Cuu en toda la noche. Los finales de fiesta siempre tienen algo de desolación, pero ese hombre solitario girando con la triste melodía superaba toda melancolía. Pocas veces he visto a alguien danzando tan elegantemente un “zeibekiko” y con tanta introspección.

El zeibekiko es un baile de origen tracio, exportado a Asia menor y posteriormente recuperado con la llegada de los refugiados griegos expulsados de Esmirna y Estambul en los años 20. Según autores, el nombre proviene de Zeus, el dios, y beko, pan; la unión del cuerpo con el espíritu. También le llaman el baile del águila, el alter ego de Zeus, porque se baila con los brazos bien abiertos e incluso moviendo las manos hacia arriba, con el chasquear los dedos, imitando el movimiento de las plumas distales de las alas del ave al planear. Es un baile estrictamente masculino que implica un sufrimiento y una pasión interior que solo puede calmar con una danza eremita en busca del éxtasis y el consuelo. Nadie aplaude, todos miran; a lo sumo se arrodillan frente a él dando palmas secas en una forma de acompañamiento y conmiseración con el doliente. Antiguamente solo podían bailarlo mujeres mayores y con lutos desgraciados pero en la actualidad hay muchas féminas que se atreven con él, dándole un toque más dulce y menos sobrio.

El ritmo del zeibekiko es un endemoniado 9 por 8, muy difícil de interiorizar para un neófito. No tiene pasos, sino figuras y se trata más de una improvisación que de un baile de normas establecidas, algo parecido al flamenco. La canción se espera o se elige y a menudo es una petición a los músicos para que interpreten esa que al bailarín le transporta a ese lugar tan suyo de pena y oscuridad personal. Si la tararea, lo hará bajito, se agachará y dará palmadas en el suelo, golpeando a la tierra para que le deje entrar y terminar así con su sufrimiento.
Así fue, el último acorde paró en seco y el hombre permaneció con una rodilla al suelo y un puñetazo en tierra. Clareaba. Me acordé de una estrofa de Markos Bambakaris:
Τι πάθος ατελείωτο που είναι το δικό μου, όλοι να θέλουν την Ζωή και εγώ το θάνατο. Que pasión interminable la mía, todos quieren la vida y yo la muerte…

La vida continuó al día siguiente.


La isla cuentacuentos

$
0
0
Trizonia es una isla chismosa, siempre que pasamos por ella me cuchichea historietas y cotilleos al oído para que no pase de largo y le preste la atención merecida por otras islas de más renombre, me invita a que aguarde la noche para oír el canto de los grillos, των τριζονιών,  de donde dicen proviene su nombre. A mí me gusta escucharla y bañarme en sus playas negras, o en sus playas doradas, o en la arena roja de Agios Nikolaos, el pequeño islote que cierra su bahía, con el sol de la tarde. Las olas que llegan a la costa hacen brillar sus arenas con mil matices de sangre y salen a la luz unos pequeños guijarros verdes como esmeraldas, especialmente puestos allí para llamar la atención y que te quedes un rato sentada en la orilla amasando un tesoro.

Foto de mi amiga María


Trizonia fue un lazareto durante la dominación turca hasta que en 1821 pasó a manos de Alí Pachá. El ancestro de toda su actual población fue el Señor Stamatogianis, un griego que se trasladó a vivir a la isla junto con los pocos pastores que mantenían aquí sus rebaños. Debió de ser muy prolífico el tal Stamatogianis ya que Trizonia llego a  tener 100 familias en 1928. Se volvió a despoblar en la década de los 40 debido a la hambruna y la emigración y hoy apenas quedan 30 habitantes autóctonos en invierno; la isla se mantiene con el turismo que recibe en verano, con los olivos y las viñas que sobreviven y con unos pocos navegantes que recalan con sus barcos en espera de mejores vientos en su tránsito del Jónico al Egeo y viceversa. La isla queda unida al continente; distante apenas 500 metros;  por tres barquitas que van y vienen sin descanso trayendo turistas, llevando pescado, llevando turistas, trayendo pan; una línea que mantienen los propios habitantes y sospecho que sin ninguna subvención estatal, de esa forma tan autogestionaria que tienen los griegos para sobrevivir a su orografía y a sus perpetuos malos tiempos.

Cuando Onassis decidió comprarse una isla como su rival Niarkos, dicen que eligió Trizonia. Allí se le veía llegar muchas veces con su yate, el Cristina, o con su helicóptero, para parlamentar con los propietarios de las tierras, pero hubo una resistencia popular, el magnate desistió y lo intentó con  Skorpios, donde solo habitaban cabras; un poco más fácil convencerlas. Son duros estos grillos cantores. En la misma Agios Nikolaos un cartel advierte de que el islote pertenece a una familia desde tiempos inmemoriales y que se prohíbe pernoctar en ella. Apenas una casa en ruinas, que seguro antaño vivió tiempos de esplendor y una iglesia blanquísima y azulísima dan el toque de color a la arena roja y a los pinos apretados que se inclinan hacia el este dejando bien claro cuáles son los vientos dominantes. Todo absolutamente inmaculado.

La situación de Trizonia, a la entrada del golfo de Corinto, y la seguridad de su puerto natural siempre la hizo muy popular entre la náutica de recreo. La historia de Lizzie y el antiguo Yatch club de Trizonia, de final un poco triste, ya la he contado en otra ocasión; podéis leerla aquí. Pero nadie se explica muy bien qué sentido tuvo la construcción de una marina desproporcionada en esta isla pequeña hace ya más de 15 años. En ninguna cabeza bien pensante cabía la idea de que alguien quisiera dejar su barco en una isla a la que solo se accede en una barca y cuyas comunicaciones con Atenas son más difíciles que el viaje de Jasón y los argonautas. Pero el pelotazo es el pelotazo y a los habitantes se les vendió que sería su prosperidad. La obra nunca se terminó y hoy, abandonada, permanece en un limbo legal en el que nadie la puede explotar. Los muelles se han ido llenando de barcos que la gente deja o deserta y que por supuesto no crean la más mínima riqueza. Cuentan que un día, hace más de 7 años, llegó una familia alemana en su velero, amarró, se bajaron con sus maletas y nunca más se les ha vuelto a ver. Hay incluso un barco hundido en medio de la dársena, impidiendo el paso, y hasta que se solucionen los problemas reglamentarios de propiedad nadie en el pueblo lo puede tocar. Me sabe mal decirlo pero a mí me produce sosiego verlo siempre ahí, viaje tras viaje, con sus mástiles saliendo del agua como las velas de una tarta de cumpleaños, siempre el mismo, con una quietud y una ilusión de que las cosas no cambian con los años; sobre todo para aquellos que venimos de países donde cuando vuelves es irreconocible hasta la puerta de tu casa.



Veo llegar la barquita por la mañana repleta de familias con niños cargados de cubitos y flotadores. La chiquillería se sube al techo de la barca y dan unos brincos que deben de estar atronando al patrón, pero nadie se inmuta, todos se alegran en la playa al verlos llegar y hacen gestos con las manos. ¡Qué felicidad! En mi país ya hubiera llegado la benemérita del mar que, por su seguridad, claro, les estaría poniendo una buena papeleta por llevar a los niños sueltos ¿Y dónde está el jefe de máquinas? Es obligatorio. Tiene usted caducado el curso de operador del sistema mundial de socorro y seguridad en el mar ¿Y el certificado de desratización? ¿Dónde está la taquilla para expedir los billetes? ¿Cómo? ¿Qué no tiene? ¿Y los aseos para minusválidos? ¿Y el botiquín contra picaduras de animales ponzoñosos? Ajá, conque no lleva usted pasarela de desembarque homologada e instalada por un instalador competente; ya veo, ya veo…Dejeme ver su titulo, si es tan amable.

Trizonia siempre fue de alguna forma el inicio de mis viajes.

Viewing all 159 articles
Browse latest View live